Irak

¿Hemos olvidado cuando hablamos de Irak que nos referimos a la antigua Mesopotamia, origen de nuestra civilización, donde se desarrollan, como cuenta el poema de Gilgamesh, las primeras venturas y desventuras de los hombres escritas en tablillas de arcilla, y, años después la Biblia, que sitúa allí el Edén o paraíso terrenal donde vivieron hasta su expulsión por Yavé, Adán y Eva? Ciudades tan hermosas como Nínive, junto al Tigris, donde el dios de Israel envió al profeta Jonás, tragado por una ballena al negarse a censurar los pecados de la población por miedo a sus represalias, o como Babilonia, la de los jardines colgantes, junto al Éufrates, la ciudad que enamoró al joven emperador Alejandro, o Bagdad, la de las mil y una noches.

¿Quién sembró junto a las semillas de las que germinó el trigo y la cebada, las del odio al contrario en cualquiera de sus variantes, lingüísticas, raciales, religiosas, para que muchos siglos después aquellos fértiles ríos sigan viendo sus aguas enrojecidas por la sangre?

Que la solución de sus problemas actuales pase por la creación de una entente política laica en un país tan radicalizado por las religiones la hace poco menos que imposible. La brutalidad, hace ya 5.000 años, de Gilgamesh con su pueblo, que provocó la creación por los dioses de un rival, Enkidu, que le parara los pies, se queda pequeña con la que se gastan los actuales contendientes. Atentados suicidas indiscriminados con la esperanza del premio en el más allá, matanzas masivas de jóvenes, ancianos y niños, cadáveres amputados por las cunetas. No sabemos aún si tanta sangre servirá para acrecentar las bolsas de oro negro que se acumulan en el subsuelo de esa tierra donde nuestros antepasados aprendieron a cocer ladrillos para construir murallas y donde cocieron también el trigo para hacer el pan, alimento elaborado que nos diferencia de los animales; esa tierra donde aprendieron, quizá fue el azar, a fermentar la cebada y elaborar la cerveza que, bebida en abundancia, desató la lengua del salvaje Enkidu, ya algo humanizado por el contacto con la hieródula que le mostró sus encantos en la ribera del río, donde acudió a beber agua con la manada de animales.

Quizá estas gentes de ahora, fanatizadas por los distintos dioses y profetas ¡Dios nos libre de ellos!, necesiten de muchas hieródulas para domesticar sus instintos asesinos, y en lugar de celebrar ramadanes convenga instalar en el desierto tabernas, donde muchas nuevas Siduris, les inviten a beber al menos 7 jarras de cerveza y saborear los pequeños placeres de esta vida, nada sabemos de la otra, y les hagan olvidar sus pretensiones de cazar infieles, como Saulo en la otra orilla del teísmo. ¿Por qué se empeñan algunos en que hacen falta los dioses y además, solo los suyos? ¿Acaso no estamos bien nosotros solos, acompañados de quienes queramos, visibles, palpables, audibles? ¿Necesitamos inventarnos a alguien con las características que se nos ocurren? ¿Y ese alguien además nos dice lo que tenemos que decir, hacer, no decir y no hacer? Una de las pocas cosas inteligentes que he oído últimamente decir a un jefe de una de las muchas iglesias que proliferan por el mundo es “¿Quién soy yo para juzgar a nadie?” Pues eso. Yo me iría encantado a Mesopotamia, con la esperanza de encontrarme en la ribera del Tigris o del Éufrates a una de aquellas amables hieródulas, si es que aún existen, si es que alguna vez han existido, pero la sola imaginación de que bajo el burka apareciese, en lugar de aquel regalo, un guerrero de Mahoma en cualquiera de sus versiones, me horroriza hasta el punto de consolarme con la contemplación de la tablilla del diluvio que puedo observar serenamente en una sala del Museo Británico sin estar expuesto a más sobresaltos que el aviso de la hora de cierre del museo. ¿Quién diría a Darwin que la evolución puede también ser a la inversa? ¿Que la humanidad puede hacer progresos y también regresar a las épocas más oscuras de su historia, a épocas anteriores a las cavernas? En cualquier caso, creo que los dioses han ayudado bien poco a que la historia se desarrolle hacia adelante, porque todos los dioses piden sacrificios humanos. Quizá la solución esté en sacrificarlos a ellos que a lo largo de la historia han dado tantas muestras de ser odiosamente inhumanos. O tampoco.

José Luis Simón Cámara.
San Juan, 25 de junio de 2014

5 pensamientos en “Irak

  1. Entre los Mundiales de Brasil, “la roja” Messi y el mordisco de Luis Suarez, y las miserias de una España de pandereta, te felicito por tu artículo. Gracias Josele por situarnos en la madre del cordero. Un afectuoso abrazo

  2. Quizás la solución esté en la educación, en vivir y dejar vivir, en que nadie imponga sus ideas a los demás.
    Si no hubiera petróleo, dudo mucho que hubiera tanta guerra en Iraq.
    ¿ Quién está detrás de la guerra en Ucrania ?
    ¿ Cuál será el nuevo país que sufra otra guerra por intereses económicos ?
    ¿ Quien sabe ?

  3. En algún sitio he leído que los del Estado Islámico de Iraq son en realidad una sucursal de la Cía.
    No me extrañaría con lo maquiavelicos y mala gente que son.

  4. Aunque esa noticia la leí en RT noticias, el canal ruso de noticias, la cadena de Putin, y por tanto, eso de que los del EI de Iraq son de la Cia hay que ponerlo en duda como mínimo.
    Ahora bien, lo que sí que es cierto es que en plena guerra fría, la Otan creó un ejército secreto ( stay behind ) en toda Europa occidental, que en Italia se llamó la Red Gladio que cometió atentados terroristas, a través de mercenarios de extrema derecha, echándole las culpas a los comunistas, a las brigadas rojas, que en realidad eran los mismos de la red gladio, con el fin de que los comunistas no llegaran al poder en Italia.

  5. Lo q esta claro es q la gentuza de EI está ejecutando a niños por el mero hecho de ser cristianos. Algo habrá q hacer para pararle los pies a esos chusmas de EI, sean financiados por la Cia, por Arabia Saudí o por quien sea. Es un tema de justicia y humanidad.

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