Pepe ha muerto1

Levanto airados mis ojos al cielo, aún lo haría más si no fuera por respeto a tus creencias, a ese cielo inmisericorde capaz de arrebatarte la vida cuando aún saboreabas sus mieles, capaz de arrancar cruelmente el imprescindible apoyo a esa mujer desvalida que se miraba en tus ojos.

Ya sé que su hija y su familia la van a cuidar como se merece.

Ya sé que su hija y su familia la van a querer como siempre la han querido.

Ya sé que le va a faltar nada de lo que necesite.

Pero nadie podrá reemplazar a ese hombre de una dureza quebradiza, acrisolada por el amor y la adversidad, capaz de hacer girar toda su vida en torno a esa mujer a la que ha dado las mayores muestras de amor de que es capaz un ser humano.

Pepe ha muerto. No voy a decir que viva porque eso no está a nuestro alcance.

¡Ay, si estuviera!

Pero es seguro que su imagen, que su entrega, que su generosidad, que su insaciable ansia de juntar a los compañeros de tantos años, gracias a la cual hemos seguido manteniendo estos envidiables encuentros de los viernes a las 11, malogrados por el bicho que ha acabado arrebatándonoslo, todo él, digo, va a sobrevivir en nosotros mientras vivamos. Nadie ni nada podrá borrar de nuestras retinas ese ritual de tantos años en el que Noviembre tras Noviembre nos abríais la casa de par en par, símbolo de vuestro corazón, para pasar allí, en el cumpleaños de Lillian, horas de besos, horas de abrazos, horas de cantos en serio y en broma, horas de brindis con selectos vinos, con los mejores manjares y donde nunca faltaban tus palabras de amor para todos, pero siempre y especialmente para tu querida Lillian. Ése ha sido precisamente, quizá premonitoriamente, tu último regalo a tus amigos y a tus amigas, a los que a lo largo de los años y sin más razón que el cariño has ido obsequiando con detalles que te sacabas de la manga, fuera un collar, un pendiente, un pañuelo o una flor. Cualquier cosa en tus manos se convertía en un amuleto de tu cariño. Por no hablar de los libros del momento, o de facsímiles del pasado y de cuasi primeras ediciones. Y mezclados con esos objetos tan valiosos, una cerveza artesanal del cervecero de Carlos V, un wisky Bourbon, los aperos de disfraces para el grupo de saltimbanquis, para el coro de cantores, para el elenco de músicos.

Aquel hombre, en apariencia duro de los primeros años, se fue moldeando tan sutilmente con el paso del tiempo, como quizá todos imperceptiblemente, que al final formábamos un engranaje casi perfecto funcionando como un todo homogéneo en la heterogeneidad. Pero ¡ay! se nos va una pieza irreemplazable.

Ya lo sabéis, pero os lo recuerdo, Lillian madre y Lillian hija, hermanos y nietos de Pepe, que podéis estar orgullosos de ese esposo, de ese padre, de ese abuelo, de ese hermano, como lo estamos nosotros sus muchos amigos, porque como pocos ha pasado por esta vida haciendo el bien y derramando su inmensa cultura en esas historias que, insaciable, nos contaba boquiabiertos, y que siempre nos sorprendían por su gracia y por su ingenio.

Pepe ha muerto. ¡Viva Pepe!

San Juan, 1 de Febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

[1] Palabras de urgencia para Pepe Satorre Grau.

Nota del editor: Pepe Satorre, catedrático de Lengua y Literatura Españolas del Instituto de San Juan, Jefe y compañero de Josele durante 35 años. Persona entrañable.