MARTINA 60, primera SENADORA de A TO TRAPO.

Queridos amigos,

Menuda sorpresa más maravillosa me habéis organizado para mi cumple! Ha sido muy emocionante entrar en la sala y encontrármela con tantos amigos, y los senadores esperándome para que pueda formar parte de tan ilustre grupo. Os habéis volcado en organizar toda una serie de sorpresas, cada una preparada con cariño, ilusión, arte y creatividad que me han llegado al corazón. Nuestra cena sin duda formará parte de mi Tesoro de recuerdos más valiosos, por la alegría, felicidad, amistad y el calor humano que me habéis brindado y que hemos compartido como grupo de amigos que somos.

Os doy las gracias a cada una y a cada uno por los kilómetros compartidos, los ánimos, los viajes, los abrazos, las carreras, las risas, las fiestas, el compañerismo, los chistes, los consejos, y ante todo por hacerme sentir como una más de esta terreta y de esta familia del tap tap tap.  LLegar así a los 60 es un gran privilegio.

Soy muy afortunada por haberos conocido, y orgullosa por ser la primera senadora de ATT. Gracias por formar parte de mi vida, y a por mucho más!

Vivir la vida – ¡A To Trapo!

Martina

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Imposición de la corona de olivo (60 años) .

El olivo ha sido en la historia de la humanidad:

Símbolo de la paz, recordad a Noé enviando después del diluvio a la paloma que volvió con una rama de olivo en el pico.

Símbolo de fertilidad, las mujeres con dificultad para engendrar dormían bajo su sombra.

Símbolo de fuerza e inmortalidad, porque es capaz de resistir en condiciones extremas de sequía y se renueva desde hace miles de años.

Con aceite de oliva ungían y lubricaban los cuerpos de los atletas y con una rama de olivo coronaban a los vencedores en los juegos olímpicos.

Esto es la historia y la mitología.

Hoy lo cierto y real es que nuestra amiga MARTINA ha cumplido 60 años.

Esperamos que, con la imposición de esta corona, cuyos atributos acabamos de referir, MARTINA siga alumbrándonos y acompañándonos en este camino por muchos años más y para ello le exigimos que doble la rodilla para recibir de manos del más anciano de los senadores esta corona que solo se consigue con el lento paso del tiempo.
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Cumpleaños de Martina (Josele)

Cuando algún desconocido me pregunta de dónde soy, aunque por educación le diga dónde he nacido, en el fondo me pregunto a mí mismo qué importa eso realmente en la vida de un ser humano porque eso es en muchos casos fruto de la casualidad.

Es cierto que a ese hecho suelen estar después vinculadas la lengua, la cultura, la religión y otras circunstancias que llevaron a Ortega y Gasset a decir “yo soy yo y mi circunstancia”. Mi tierra, tu tierra, nuestra tierra. Pero ¿qué mérito tiene haber nacido en una u otra tierra, en una u otra cuna? Ya lo decía El Lazarillo en el prólogo de su historia.

“Escribo a vuestra Merced para que tenga entera noticia de mi persona y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto”.

Y ya metidos en la arena de la historia de la literatura me viene a la mente aquel discurso que Don Quijote, cogiendo en la mano un puñado de bellotas, dijo a los cabreros después de ser invitado a cenar por ellos bajo una encina:

“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de TUYO Y MÍO. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas.

Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían… Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir su honestidad. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza”

Si echamos una mirada por la historia, pasada y reciente, vemos que las únicas fronteras buenas son las inexistentes. Todas las demás son fuente de guerra, de invasión, de muerte, de conflicto. Quizá uno de los objetivos más importantes en estos tiempos que vivimos sea justamente ése: borrar las fronteras de la tierra. Todas las fronteras: las geográficas, las de las lenguas, las de las religiones, las del hambre y la abundancia, las del norte y el sur. Pero hay poderes a la vista, con intereses ocultos, que dicen estar al servicio del pueblo y sólo se dedican a servirse del pueblo. Dicen servir a su país y sólo se sirven de su país. En el fondo les interesa un bledo el pueblo y el país. Hasta que esta gentuza despreciable siga al frente de los gobiernos de la tierra, todo será miseria, pobreza, guerra y destrucción. Y esto seguirá ocurriendo mientras consigan mantener al pueblo en la ignorancia, en la incultura. Luchemos porque nuestros jóvenes crezcan con un espíritu crítico que haga imposible envolverlos en el engaño. Entonces, sólo entonces, podremos librarnos de la opresión y acercarnos más a la ansiada libertad. Me parece, por estas razones, que es digna de elogio y apoyo la actitud solidaria de Martina y Uve con Uganda en un proyecto de ayuda a la educación y cultura en pueblos que luchan por alcanzarla. Un abrazo y muchos años más para disfrutar juntos de la amistad, del amor y de la libertad.

San Juan, 21 de octubre de 2022. José Luis Simón Cámara.

Capítulo 11 de la 1ª parte del Quijote.

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Permitidme por favor las comparaciones, a mi criterio (Julian) y disculpad mi osadía al colocarme junto a los maestros.

Cuando escucho a nuestro Josele siempre lo veo un poco como al maestro Gastón Castelló: de trazos rectos, limpios, precisos, simétricos, de suaves colores pastel. Agradable al oído y de fácil digestión.

Rafa en cambio se me antoja más como el grandísimo Andy Warhol: atrevido, instantáneo, colorido, simple y profundo a la vez, refrescante como un chicle de menta.
Yo en cambio me identifico más como el irreverente Bansky: grafitero, artista urbano, espontáneo, autodidacta, aprendiz sin formación académica, pintor de paleta en blanco y negro.

Yo estudié la E.G.B. y no me enseñaron a estos tres pintores pero sí otras materias. Aprendí a cambio algo de Historia, Geografía, cuentas, problemas y otras cosas, como gimnasia. Doña Sagrario nos hacía dictados y nos obligaba a escribir textos y los leíamos todos. Mi seño nos decía que todas las redacciones tienen valor y que por eso había que ponerles un título y como también aprendimos a respetar y hacer caso a nuestros mayores pues, ahí va.

CONOZCO A UNA ALICANTINA

Esto que hoy os cuento me vino una mañana a la cabeza de una tirada, en una tirada más bien.

No sé si a vosotros os pasa como a mí. Correr en mi caso particular suele convertirse casi siempre además del hecho físico en sí, en un acto mental que no logro dominar conscientemente. Correr para mí, habitualmente es sinónimo de algo más, de dedicarme a aclarar mis ideas y pensar en mis cosas. Como no la puedo sujetar, no pocas veces la mente se me escapa más allá, lejos, en un ritmo frenético que mis piernas son incapaces de seguir. Esta asincronía cuerpo-mente, a veces incluso me lleva al agobio, a la frustración debido al miedo a perder algo valioso por la falta de un lápiz y un papel pues temo olvidar lo que me pasa por la cabeza en ese momento de seguido, a gran velocidad mientras miro por donde piso. Esa sensación me visita recurrentemente y así fue que el otro día de súbito me dispuse a bajar el ritmo de mi carrera y poner en orden un par de ideas que tengo sobre alguien, mientras corría, agarrando los pensamientos bajo el brazo y llevándomelos bien sujetos hasta casa, cuidándome de no perder ni uno en el camino.

Hay quien dice que un idioma no se domina hasta que eres capaz de traducirlo de corrido, es lo que viene a ser leerlo y decir lo que pone. Incluso hay quien afirma que lo verdaderamente importante es llegar a ser capaz de pensar en ese idioma, o sea ir un paso más allá que la impersonal traducción. Yo soy de los que creen que ambas afirmaciones son falsas o al menos mejorables. Me explicaré. Pienso que de nada sirve ser un gran traductor si no eres capaz de comprender lo que estás leyendo y tu única habilidad se limita a repetir lo que otro dice. En el segundo caso incluso me parece más desacertado el suponer que pensar, siendo como es el pensamiento algo relativo, puede universalizar un acto de por sí independiente de cada uno, pues el pensamiento es libre.

Yo entiendo que me apaña más una tercera hipótesis, sea ésta la del entendimiento, es decir, entender que un idioma ha de ser entendido entendiendo que si entiendes por ejemplo que repetir un verbo en diferentes tiempos hasta su entendimiento -o no- ha de entenderse como un recurso literario bien entendido, al menos eso es a lo que llegan mis entendederas.

Una persona auténticamente dominante -de un idioma-, sabe que si no espabilas no te comerá el oso como te dijeron una vez, entenderá otra cosa. Cualquier paisano que hable castellano sabe que no se pueden disparar balas de goma ni a dos pájaros con un solo tiro y que el arma la carga el diablo, que a nadie le amarga un dulce y que las tortas no siempre son peores que el pan; que “si hay colillas es porque han fumado” es una frase mucho más compleja en su significado de lo que pueda parecernos. Sabe incluso que hay a quien le encanta el agua aunque sea de borrajas y por supuesto sabe lo que es un comino porque de verdad le importa. A esa persona sin duda y llegado el momento le gustaría que le echaran un capote cuando le hiciera falta incluso si su necesidad surgiera por una imprudente porta gayola y por supuesto mamar, mamar sin necesidad de llorar a pesar de que te hayas levantado meado por dormir con tu hijo que teme la oscuridad. Por un hijo se hace todo, se aguanta todo. Un dominante -de una lengua- sabe que existe una gran diferencia entre los años y la edad, la vida, lo vivido y lo que queda por vivir, entre algo cotidiano y algo excepcional, sabe que la palabra que ha de usarse en ese caso no es otra que “acojonable”, entiende la diferencia entre el mar y la mar (que no son lo mismo) y sabe sin duda que los gatos huyen del agua, que no llevan guantes y si no cazan es por otra cosa, a lo mejor porque sólo tienen tres pies o simplemente porque están demasiado ocupados entrenando porque, no lo olvidemos, los gatos de noche en A to trapo, siempre son gatopardos.

Un buen entendedor sabe y aquí empieza la anáfora, otro recurso, que una alicantina no tiene por qué ser borracha y fina.

Una alicantina no duda sobre cuál es la millor terreta, aunque no sepa de dónde viene ese dicho porque eso ya es para nota.

Una alicantina siente arraigo a su barrio, a sus vecinos y a los que sufren y ríen con ella.

Una alicantina sabe que es mentira que el sol pase los inviernos en Alicante, aunque no sé si esto es verdad.

Una alicantina comprende que el carácter de sus paisanos es como es y no por eso es malo.
Una alicantina degusta, respira, mastica y traga con deleite la brisa y el olor a mar.

Una alicantina se integra y disfruta del idioma aunque sus raíces vengan de lejos, porque lo domina.

Una alicantina, una buena alicantina escucha música cuando el tap tap tap tap de sus pisadas se funde con las mías mientras corremos sin hablar, porque a veces hablar no es preciso.

Hace ya bastante tiempo que conocí a una alicantina que tengo en mi libreta de contactos guardada entre hojas de pan de oro. Ella ha llegado a aprender, no sin esfuerzo, a hacer malabares con el lenguaje. En realidad habla dos idiomas que se complementan y que de entrada pueden parecernos fáciles porque prácticamente todos nacemos con ellos, pero no es así. Nada hay tan complejo como dominar la gramática de la simpatía, el vocabulario del saber estar y las conjugaciones caprichosas de la tenacidad, la alegría y la amabilidad. Podría parecernos por otro lado que es muy sencillo que lo que hace esta alicantina en sus ratos libres sea simplemente hablar el segundo idioma a que me refiero y que de normal nos sale de forma natural cuando somos niños pero que desafortunadamente olvidamos al cabo de un tiempo. Correr es algo lúdico, instintivo en un patio de preescolar entre la algarabía de los gritos y las risas, pero no lo es tanto cuando pasas de los cuarenta y cincuenta y sesenta y setenta y ya ríes menos y no alzas la voz y ese idioma se convierte en una lengua muerta.

“Yo antes corría”, “Yo jugaba en los infantiles del Mutxamel” o “yo me compré una bici del PRYCA y aun la tengo…el el trastero”, me dicen algunos que conozco y no saben que su problema no es ese, el vivir de un pasado que en realidad añoran, su carencia es muy básica, su defecto es simplemente que no dominan el idioma, nuestro idioma. Yo los miro inapetente y les esbozo una sonrisa de compromiso de medio lado y pienso y me formulo siempre las mismas preguntas y me termino respondiendo invariable lo mismo: en una tirada larga te da tiempo a pensar, a resolver, a socializar a menudo contigo mismo, te da tiempo a hablar un idioma que otros no traducen ni entienden ni interpretan y eso sólo se comprende cuando dominas una lengua a la perfección, como una alicantina que conozco. Correr para mí es eso, es hablar un idioma y acordarme sin aviso y sin saber por qué de Martina mientras mi mente vuela. Y sentirla a mi lado sonriendo, siempre sonriendo, callados ambos, escuchando la música del tap tap tap tap y sentirme un hombre afortunado porque hablamos el mismo idioma. Somos afortunados. Gracias.

Julián Moya Jurado