Los zares siempre han sido sanguinarios

¡Vaya victoria la de Putin!

¡Vaya trofeo!

….El enemigo, muerto…

No se trata de razonar, de llegar a acuerdos, de convencer, de convivir,..

No.

De lo que se trata es de dominar, de avasallar, de humillar, de eliminar.

Ése es el trofeo.

Ése es el orgullo.

Ésa es la dignidad.

El uso destructivo de la fuerza.

No el uso de la razón. (¡Tantos siglos de los filósofos griegos y orientales! ¿Será que son sólo un sueño, una historia que nos han contado en las escuelas como el cuento de Caperucita Roja? ¿Será también un sueño el siglo de las luces, el racionalismo y la revolución francesa que elevó como diosa a la Razón? ¿O será que los sueños de la razón producen monstruos?).

La razón.

Lo único que nos diferencia de los animales no racionales. El uso de la razón. Tendremos que revisar el lenguaje, la forma de llamar a las cosas y establecer otra forma de llamarlas y establecer otra forma de diferenciación con el resto de animales como por ejemplo:

Animales pacíficos: el perro, el gato, el lobo, el león, la pantera, el oso, el cordero, la hiena,…

Animales agresivos: el pitecántropo, el australopiteco, el homo sapiens, el hombre,..

Sería más adecuado si las palabras sirvieran para reflejar la realidad. De modo que vamos a ir abandonando eso de animales racionales, y dejémoslo, con mucha generosidad, en animales simplemente.

Y si atendemos a una definición descriptiva podríamos llamarnos animales bípedos no voladores.

Ya vemos que a Rusia se le pega lo menos presentable de su cuasi exrival occidental.

El actual zar de todas las Rusias es como un témpano de hielo, frío, calculador, irreductible, con pómulos hirientes a la vista, que quiere al adversario (aunque salga de unas elecciones democráticas), reducido, muerto.

Ni siquiera tiene como pequeño detalle humano una mancha en la frente como Gorbachof.

Ni siquiera saca el zapato en una mesa de conferencias como Kruchof.

Ni siquiera bebe (que se sepa) como el histriónico Yeltsin.

Ése es el nuevo zar.

 

San Juan, 9 de Marzo de 2005.

José Luis Simón