¿Un rey insumiso?

Este es el título, sin interrogante, de un artículo subtitulado “Palabras gruesas” de Carlos Gómez Gil, sociólogo y politólogo, publicado en el diario Información el día 19 de enero de 2025. Comienza el articulista aludiendo a la situación actual de elevada crispación y pérdida de confianza institucional y cuestionamiento del Estado y deslizando que el rey contribuye a profundizar en la crisis de nuestro sistema democrático, cuando lo que ha hecho en estos últimos meses ha sido remangarse los pantalones y meterse en arena lidiando situaciones difíciles cuando algunas autoridades han escurrido el bulto o huido ante la justa ira popular. No merece la pena responder a las alusiones a su padre. Los hijos no son responsables de los desmanes de sus padres. ¿Llama visitas furtivas a las que no quisieron acompañarlo miembros del Gobierno o a la ausencia en Nôtre Dame porque el señor Urtasun tenía que ir al circo? Y su ausencia en el acto inaugural de conmemoración de los 50 años de la muerte del dictador Franco la considera como una pieza más de la ofensiva a la que se está sometiendo al ejecutivo de Sánchez No son solo Vox y el PP quienes han visto en esta inoportuna celebración otra forma de cubrir sus miserias, hostigados por una deriva cada vez más autoritaria. ¿Acaso tenemos que celebrar la muerte del dictador hace 50 años? Más lucha contra él en su momento de aquellos de quienes se sienten herederos. Lo que habría que hacer sería celebrar la llegada de la Constitución de 1978 y dejarnos ya de necrofilia que solo sirve para alentar enfrentamientos viejos e innecesarios. En cuanto al posicionamiento del poder judicial, no ha hecho más que respetar el ordenamiento jurídico aunque era muy difícil tragar ruedas de molino cuando se revirtieron las normas que condenaron a los separatistas infractores de la ley, reconvenidos por el rey insumiso en aquel discurso del 3 de octubre de 2017.
Es cierto que la ley de amnistía fue votada en un parlamento democrático, pero también es cierto que muchos de aquellos votos puestos por el PSOE al servicio de la amnistía fueron un fraude de ley porque tanto el candidato a presidente como todos sus ministros juraron y perjuraron que jamás habría amnistía porque estaba fuera de la Constitución. Ahora, “para hacer frente a la estrategia desvergonzada de generación de noticias falsas y jueces al servicio de organizaciones cristo-fascistas”, dixit Carlos Gómez, el presidente quiere impedir por ley las iniciativas populares para cubrir sus anchas espaldas y las de su imputada familia. Para el articulista todo lo que no es Gobierno lo engloba en la derecha y la ultraderecha, como hace el “demócrata” Nicolás Maduro. Más le valdría a Pedro Sánchez y a su gobierno poner la carne en el asador en defensa de la democracia en Venezuela, donde envían un embajador a la medida de Maduro y no perder ni un minuto más, ni un acto más en la lucha contra un dictador muerto y reenterrado. Más le valdría profundizar y ensanchar nuestra democracia y abandonar la vergonzosa dependencia de huidos de la justicia que él, antes que nadie, debe defender y evitarnos la previsible visita bochornosa a comprar su apoyo a cambio de la vergüenza nacional. Un rey insumiso, sí, para aquellos que usan y cambian la ley a su antojo al servicio de sus turbios intereses. Me veo obligado a salir en defensa de Felipe VI, no por ser hijo de la polla roja, sino por haber dado muestras de imparcialidad y servicio a los españoles y constituir hoy una pieza muy importante en la garantía de respeto a la Constitución y a la unidad de España.

San Juan, 28 de enero de 2025.
José Luis Simón Cámara.

Evocación.

Una de las muchas flores que caen del jazminero se posa sobre mi taza de té.

Y mientras me voy recreando en su exótico sabor, esa flor, sólo esa flor, no los miles que se arremolinan por el suelo del patio caprichosamente transportadas por el aire del otoño, sólo esa flor me recuerda aquellas inolvidables tardes de París en el barrio latino por la estrecha calle de la Huchette, junto a aquel pequeño teatro donde ininterrumpidamente se seguía representando noche tras noche La cantante calva de Ionesco durante tantos años. Paralela al Sena, entre el bulevar Saint Michel, sus librerías, su fuente y la calle de Saint Jacques, por cuyas ventanas se escapaba el sonido de trompetas y saxos con tristes melodías de jazz, la vieja y mohosa iglesia de San Severin, en medio del río Nôtre Dame, esa hermosa y antiquísima iglesia gótica que aún no sabía que sería devorada un día por el fuego, calle llena de pastelerías árabes, de carnes piramidales giratorias y de cafeterías, aquél, ahora pequeño, entonces inabarcable cuadrilátero formado por la calle Huchette, enfrente el bulevar Saint Germaine con sus ruinas de otros tiempos en medio de la ciudad, y por el otro lado el bulevar Saint Michel y enfrente la calle Saint Jacques, en este entrañable laberinto tomé por primera vez en mi vida, no fue mi única experiencia, un té al jazmín. ¡Cuántos recuerdos encerrados en ese ring de inciertos asaltos, de encuentros inimaginables, un desarreglado Sartre saliendo de un café enfundado en sus gafas y larga gabardina junto a su poco atractiva Simone de Beauvoir, allá tras las cristaleras Carlos Saura y la delgadísima Geraldine o caminando por Saint Jacques, desenvuelto, arrollador, casi gigantesco Ives Montand de quien aún cuelga en mi imaginación la frágil y menuda figura de Edit Piaf, mi amigo Pinki me enseña riendo aquella foto de Georges Moustaki montado sobre una moto con cara de velocidad y poco después, vestido con el viejo abrigo de mi padre, solapas levantadas, pidiendo unos céntimos apostado a la entrada del metro donde yo rasgueo la guitarra y sólo Madeleine echa unos céntimos al pañuelo sobre el suelo, para comprarnos una botella de vino y bebérnosla, como los viejos clochards, sentados a la ribera del río los pies colgando casi a la altura del agua ajena al canto monótono de los butaneros adoradores de Hara Krisna emergiendo o desapareciendo por las escaleras del río, negros con escobas barriendo por las cuevas del Metro y por la calle, árabes endulzando el asfalto con sus olores, allá caminando con su cazadora de cuero un joven y todavía desconocido Paul Auster embebido en sus lecturas por la calle, las concentraciones de los innumerables exiliados sudamericanos en la Mutualité para protestar por el golpe de Pinochet el 11 de septiembre de 1973 con la lectura de aquellos versos, los últimos, de Pablo Neruda y otra vez con Pinki caminando por los bosques de Marly-le-Roi, rodeados de frías nórdicas y norteafricanas cariñosas, por suerte desconocedoras de Mahoma, subidos o bajo los árboles al ritmo de La historia de una Pradera, en el bar junto al bosque discutiendo sobre el bien y el mal con un joven alemán, estudiante de teología y ligón, aquel ciego capaz de coger entre muchas su botella de cerveza sobre la mesa sin confundirse, sin derramarlas, ¡qué sorpresa cuando tras varios días supimos de su ceguera!

Sí, sólo una flor del jazminero posada sobre mi taza de té.

El Siscar, 28 se septiembre de 2024.
José Luis Simón Cámara

Haciendo amigos

Vaya por delante mi respeto, no admiración, por las fiestas llamadas populares. Digo llamadas porque populares implicaría la participación o aceptación, si no de todo el pueblo, sí al menos de la mayoría del pueblo. Y vengo observando que en la mayoría de los casos si no en todos, es sólo una parte más bien pequeña, en absoluto representativa de la mayoría, la que celebra, disfruta o participa en esos festejos “populares”. No tengo nada contra ellos en principio, si esos festejos tampoco tuvieran nada contra gran parte del pueblo que ni celebra ni participa ni disfruta de los mismos. Al contrario, los sufre. Uno de los derechos de los ciudadanos es el derecho al descanso y el derecho a la libre circulación. Ambos, si no más, son pisoteados por estas llamadas fiestas populares en honor, nada menos, que del Cristo de la Paz.
Tal como están ahora organizadas las fiestas suponen la instalación de muchas barracas que inutilizan las calles correspondientes impidiendo la circulación peatonal y de vehículos y a veces también de garajes de los que no se puede sacar vehículos ni meterlos. No es éste el mal mayor. Lo más grave a mi juicio es que la aglomeración humana en las barracas y su entorno, los petardos y, sobre todo, la música a volúmenes endiablados a lo largo de la noche y hasta la madrugada impide que miles de familias, incluidos bebés, niños, ancianos, enfermos y adultos en general no puedan disfrutar del merecido descanso. Y eso un día tras otro. ¿No tienen derecho acaso los jóvenes y adultos a divertirse, bailar, cantar, vociferar, escuchar música en pandilla?
Claro que lo tienen. ¿No tienen acaso derecho niños, ancianos, adultos, a descansar en su casa sin ruidos, estridencias y músicas a todo volumen? Claro que lo tienen. Si unos tienen derecho a la diversión, que cada cual entiende como quiere, y otros tienen derecho al descanso, a la paz, sobre todo en estas fiestas del Cristo de la Paz, que cada cual entiende como quiere, ¿dónde está el problema? Está claro que todo es un problema de espacio o de tiempo. Es un problema filosófico que nos lleva a las “categorías a priori de la sensibilidad” del espacio y el tiempo de Kant. En el mismo lugar no puede haber a la vez ruido y silencio. Y puesto que a nivel temporal es un problema insoluble ya que son coincidentes las horas de diversión y descanso, la solución quizá esté en la cuestión espacial. Es decir, habría que encontrar un espacio distinto para cada actividad, sea descanso o diversión. La primera alternativa sería que los miles de vecinos que viven en las calles o proximidades de las barracas abandonaran sus hogares para que los festeros pudieran libremente ejercer su derecho a la diversión. Esto obligaría a los poderes públicos, es decir, al Ayuntamiento, a costear el hospedaje durante una semana en hoteles de las proximidades para garantizarles su derecho al descanso. A los responsables municipales corresponde decir si el erario público puede asumir dicho dispendio. La otra alternativa sería que el entramado y montaje de las barracas, que es móvil por constitución, no como los hogares, se desplazara a lugares del municipio donde la fiesta pudiera prolongarse noche y día, hacerse, ¿por qué no? Ininterrumpida. De manera que ambos grupos, festeros y no festeros, pudieran divertirse o dormir a pierna suelta sin límite, sin restricciones. En algunas localidades se ha intentado. Y, a veces, se ha conseguido, como por ejemplo en la feria de Sevilla donde la diversión está fuera de la ciudad. Hubo un intento, no sé si fallido, en Torrevieja, donde el Ayuntamiento nombró una calle dedicada a esos festejos, la Calle de la Alegría. Esperando contribuir a la solución del conflicto de intereses se despide quien también fue joven y donde hubo siempre queda.
San Juan, 10 de sept. de 23.
José Luis Simón Cámara.

Peripatéticas

Paseo por el Siscar y alrededores.
Poder caminar al amanecer por las antiguas veredas de tierra que aún no han oído hablar del asfalto,
escuchar el susurro del agua en las viejas acequias del tiempo de los moros,
oír el ladrido de los perros, mejor si lejanos
y el kikiriki del gallo, ese sí, cercano y la respuesta como un eco de sus colegas a distancia,
contemplar las migraciones de garzas en formación de flecha bajo las nubes
y a las merlas de vuelo rasante bajo los naranjos,
sentir el croar cada vez más raro de las ranas chapoteando en las zarbetas,
ver a las tristes palmeras centenarias tumbadas con las tripas al aire devoradas por el picudo,
al Este las primeras claridades del sol que se avecina,
al Norte la montaña coronada por el pico del águila y más allá por la cruz de la Muela, al Sur el verde mar interminable de limones y naranjos,
y, a pesar de la distancia, al Oeste la silueta del Cristo de Monteagudo
y aún más lejos la torre de la catedral de Murcia emergiendo entre los ilusos rascacielos humillados a sus pies,
acompañado de todo lo que me rodea y cavilando para mis adentros,
mujer, hijos, nietos, amigos, proyectos, ilusiones,
deudas todavía después de una larga vida de trabajo,
también de diversiones, no voy a negarlo, ¡eso faltaba!,
van pasando los días y nunca se repite nada igual,
como varían las nubes y las figuras que componen,
como cambia el color del mar,
como unos días la alegría te desborda
y otros la tristeza se ahonda en las entrañas y no consigues arrancarla,
así va pasando la vida,
rodeado de adentros y de afueras
y tú en medio de toda esa mezcla de estímulos, sensaciones, presagios,
unos tranquilizadores, otros inquietantes,
siempre la incertidumbre,
en el filo de la navaja que puede, del lado que caigas,
hacerte nuevas heridas o abrirte las ya cerradas,
y así, un día tras otro, y que duren,
porque eso y no otra cosa es la vida,
la copa es siempre la misma,
unas veces llena de ambrosía y otras desbordada de ponzoña,
no siempre podemos elegir el brebaje que tomamos,
unas veces dulce,
otras amargo,
aunque este último parece tenernos más querencia,
¡qué le vamos a hacer!

Escrito tumbado en el catre bajo el jazminero.
El Siscar, 7 de septiembre de 2024.
José Luis Simón Cámara.

Descorriendo velos.

Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? [1]

Aquella famosa frase de Cicerón ante el Senado romano el año 63 ante de Cristo, denunciando la conspiración de Catilina para hacerse con el poder absoluto en Roma, resuena en mis oídos con rabiosa actualidad cada vez que me asomo en los últimos meses al espectáculo de la política en España.

¿Quién hubiera vaticinado que para encaramarse al poder, uno de los partido políticos clave desde la instauración de la democracia, el partido socialista, pactaría con exetarras que, sin manifestar arrepentimiento por los crímenes cometidos, siguen amedrentando a los adversarios, menospreciando a los diferentes y acosándolos, una forma, a veces sutil y otras grosera de homofobia, como botón de muestra la exaltación de los presos cuando regresan a sus pueblos o las manifestaciones pidiendo la liberación de los restantes condenados,  convictos y confesos de secuestros y asesinatos?

¿Quién podría imaginar que por esos mismos votos necesarios para la investidura serían capaces de aliarse con la derecha tradicional del País Vasco, ellos, tan orgullosos y ufanos de liderar un gobierno progresista defensor de los trabajadores, objeto de explotación por sus socios?

¿Es posible que ese mismo partido, al que, como a Maduro, se le llena la boca de vociferar contra los ultras de la extrema derecha y la derecha cobarde, se alíe con la más rancia oligarquía catalana por un lado y con Esquerra republicana, por otro, Jano de dos caras, defensores enfrentados de los mismos intereses mezquinos diametralmente contrarios al internacionalismo proletario? Oligarquía enriquecida explotando a la clase obrera, oligarquía que ha tapado sus latrocinios con las bragas de la cuatribarrada desde el honorable Pujol hasta Puigdemont pasando por Mas y por menos, oligarquías que han manifestado reiteradamente su desprecio a todo lo español. No hay más que recordar algunas de las perlas de otro honorable, Quim Torra, presidente de la Generalitat desde 2018 hasta 2020: “Los españoles sólo saben expoliar”, “Franceses y españoles comparten la misma concepción aniquiladora de las naciones que malviven en sus estados”, “El fascismo de los españoles que viven en Cataluña es infinitamente patético y repulsivo” o “Los catalanes votan y los españoles vienen a vigilarnos. Fuera de aquí de una vez. Dejadnos vivir en paz”.

Pero el broche final de esta ópera bufa ha sido la investidura de Illa como presidente de la Generalitat, adornado con la cantata y fuga del expresident, exconvicto, rodeado y protegido por la 2ª autoridad de la autonomía, el presidente del parlamento catalán, Josep Rull, que, recién amnistiado  lo acompañó del brazo, como sincera muestra de su agradecimiento al magnánimo presidente del gobierno español que reparte premios y perdones que nadie le ha autorizado porque ha hecho un uso fraudulento del mandato de sus votantes a los que había anunciado por activa y por pasiva que ni amnistía ni referéndum cabían en la Constitución que dice defender.

¿Qué credibilidad puede tener quien un día afirma una cosa y al día siguiente no ya sólo una distinta sino justamente la contraria?

¿Cuándo caerá de los ojos de sus votantes la venda que les impide ver todas sus trapacerías?. También me recuerda esta situación la historia infantil más reciente de “Pedro y el lobo” que ya no cuento por sabida.

San Juan, 18 de agosto de 2024.
José Luis Simón Cámara.

[1] ¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?