La tormenta

Cuando viene la tormenta
-sea o no previsible,
como ese lejano volcán de Islandia
que chuscarra los pájaros de hierro-
hasta los amotinados
-si quieren salvar su pellejo-
recurren a la pericia
de los navegantes vigilados
porque todas las fuerzas hacen falta.

Desde los que más sufren siempre,
los galeotes,
allá en los sombríos sótanos del barco,
pasando por marineros y oficiales,
con callos en las manos o en la mente,
hasta los gavieros,
que ven pasar los pájaros
rozándoles la gorra.

El salado golpe de las olas
rompe insignias y uniformes
demasiado oxidados por el tiempo.

Todos,
imprescindibles elementos de equilibrio,
tienen que tirar la cuerda,
achicar agua,
arriar velas.

Cada cual según su músculo
si no quieren ver unirse sus destinos
-meta por tantos deseada-
allá en las profundidades del mar,
pasto de pececitos ajenos a la tragedia
de todo lo que ocurría en superficie.

 

San Juan, 17 de mayo de 2010
José Luis Simón Cámara

Un pensamiento en “La tormenta

  1. a ver si llegamos a tiempo para achicar agua en este Titanic II ,…..rema, rema, ..marinero ( como decia la cancion ) !!!

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