Galería de personajes. 10.

La voz de la caverna.

La primera vez que lo oí sin pretenderlo fue en una panadería por la mañana temprano, casi no había amanecido aún. Su voz estridente y afónica llenaba el pequeño recinto al que por el pasillo llegaba el olor al horno de donde iban a esta hora sacando el pan y colocándolo en enormes cajas de madera que ocupaban parte de la estancia. Allí, los clientes estábamos separados por las cajas preparadas para llevárselas las furgonetas de distribución. Aquella primera vez me produjo una sensación de rechazo, de repulsa, no sé si de pena o de desprecio. Sin que nadie le preguntara comenzó a hablar mal de su padre enfermo. Que era un impertinente, siempre quejándose, descontento con todo y con todos. A mí, estupefacto, no me sorprendía que su padre se quejara de semejante hijo. Sentía vergüenza ajena de escuchar cómo podía una persona hablar así de su padre enfermo. Su voz aguardentosa atronaba a estas horas de la mañana criticando a su padre sin que nadie le preguntara. No se me olvidó ya nunca la cara y el aspecto de aquel hombre. Con bigote corto, gafas que se recolocaba continuamente como si de un gesto automático se tratara, aspecto algo fiero, tipo más bien atlético.

Había pasado largo tiempo sin encontrármelo aunque no le había perdido la pista y alguna vez lo había visto a lo lejos. Hasta hoy. Hoy he ido, como habitualmente, al bar Pepe, frente a la iglesia del pueblo, y, mientras me tomaba el café y ojeaba la prensa, sentado en un taburete en la barra, ha entrado el personaje en cuestión. Antes de mirarlo lo he reconocido por la voz, que el tiempo ha hecho aún más estridente, carrasposa y cavernosa. Vientre más abultado, pero su afán por hablar mal de la gente, sin que nadie le pregunte, no solo se ha suavizado sino que parece haberse incrementado. Hoy les tocaba a los nietos. En el bar solo estábamos, Pepe, el dueño, tras la barra en forma de L, otro joven en una punta de la barra y yo en la parte más corta de la misma. El recién entrado se situó en el vértice de la L y pidió una copa de wiski o coñac o revuelto, no sé exactamente. Los saludos al dueño del bar y la copa eran meros paréntesis en su discurso, a pesar de que nadie le hacía caso. Su melopea criticando invariablemente a sus nietos buscaba interlocutores pero no los encontraba. El del bar, al que parecía conocer por su forma de tratarlo, a lo suyo, limpiando vasos hasta sacarles brillo y sin levantar la cabeza para ahorrarse, supongo, mezclarse en el monólogo. El otro joven, que parecía no conocerlo de nada, se tomaba el café con leche, ajeno al discurso del tribuno. Quedaba yo que hundía la vista en el periódico para evitar que un cruce de miradas lo considerara él como una forma de diálogo, aunque silencioso por mi parte, y le diera pie no solo a dirigirse a mí sino incluso a acercarse para estrechar lazos de comunicación. Era tal la cantidad de inconveniencias que escupía que en alguna ocasión sentí la tentación de pararle la boca diciéndole que no nos interesaban sus intimidades y menos los insultos a sus nietos de los que decía lindezas como que desde que no estaban con él y habían pasado a vivir con sus padres, se habían hecho perezosos, desobedientes, malhablados, irrespetuosos y una sarta de calificativos que yo no reproduzco pero que daba vergüenza escuchar, sobre todo por parte de un abuelo hacia sus nietos. Claro, no podía olvidar que la primera vez que lo escuché fue para usar el mismo tono y lenguaje con su padre. Me sobrepuse a la tentación de responderle aunque en alguna ocasión levanté la vista de la prensa y le mantuve la mirada sin la más mínima concesión al compadreo. Ante el poco eco, más bien nulo, su discurso se fue deshilachando, y con el pretexto de saludar a una conocida que pasaba por la puerta del bar fue reculando hasta desaparecer de nuestra vista. El silencio reinante hacía innecesario el más mínimo comentario de las bravuconadas que acababan de perturbar la calma del bar, donde casi todo el mundo acude a tomarse lo que sea esperando encontrar si no ya afabilidad, al menos un poco de paz.

San Juan, 18 de Noviembre de 2015
JoséLuis Simón Cámara

2 pensamientos en “Galería de personajes. 10.

  1. Una delicia leerte, tanto por el minucioso análisis del personaje como por la manera de contarlo. No pares.

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