Galería de personajes. 21.

Después de 60 años la misma serenidad, el mismo silencio, el mismo gesto no alterado por el paso del tiempo. Apenas el amago de unas casi inapreciables arrugas en su fina piel apergaminada. Los ojos algo rojizos. Quizá el más delgado del grupo. Nació en Pinoso, se crió en Elche y vive en Elda, el tiempo que pasa por estos lugares. Tras los saludos iniciales al llegar, no lo he oído hablar en toda la comida. Los que estaban a su lado en la larga mesa, como si se tratara de árboles cimbreados por el viento, inclinaban el cuerpo y las palabras hacia los otros contertulios. Él quedaba aislado, en medio, entre unos y otros. Se lo he hecho notar a alguno de los que había a mi lado, a Juan y a Jesús, no, no se trataba de la última cena, también estaban Fulgencio y Pepito, porque “el padre eterno”, es decir, Berbegal, medio sordo, medio ausente, solo se ocupaba de ir comiendo y poner, de vez en cuando, cara de extrañeza, señalándose el oído con los dedos para recordarnos que apenas oye. No se trataba, como digo, de la última cena pero tampoco andaba muy lejos de serlo porque lo que estoy refiriendo es el encuentro anual que celebramos un grupo de compañeros, más que de amigos, que casi solo tenemos en común haber pasado algunos de nuestros años jóvenes, desde los 10 hasta los 13, 15 ó 18 y, en algunos casos hasta acabar los estudios, en el seminario diocesano de Orihuela allá por los años 50 y 60 del siglo pasado. Y sí, todos han coincidido en mi comentario sobre Antonio, sobre su silencio permanente a través de los años. También ha escuchado mi comentario Manolo y nos ha dicho que sí, que Antonio habla poco y hace mucho. Ha sido entonces cuando la curiosidad nos ha picado y, más que nuestras preguntas nuestras miradas y una sugerencia de su vecino de mesa, lo ha decidido a tomar la palabra.

–Sí, desde hace más de 10 años estoy yendo periódicamente a Colombia donde desarrollamos actividades para ayudar a los campesinos en las zonas más pobres de aquel país.

–Cuéntanos en qué consisten exactamente esas actividades.

–El último proyecto ha sido en dos veredas 1 del pueblo de Pijao. Y el próximo es de dos gallineros para los que necesitamos 4.400 euros. Está coordinado con el ingeniero agrónomo de la diócesis de Armenia, capital del departamento. Yo salgo a mediados de julio hacia dos veredas de Salento, departamento de Quindío.

–¿Eres misionero? ¿Tu motivación es religiosa, humanitaria, ética?

–Un poco de todo. No soy misionero. Solo me dedico a ayudar al colectivo campesino. Mira, un gallinero, al cambio actual sale por 2.200 euros. El nuevo proyecto es para dos. Cada uno tiene unos 40 metros cuadrados y caben 120 gallinas ponedoras. Edificarlo, gallinas, pienso, vacunas y transporte de materiales vale eso. La diócesis aporta el trabajo del ingeniero y su transporte y el mío en moto a las veredas. Los campesinos aportan la mano de obra, el agua y las hierbas silvestres, buenas para las gallinas. Cada gallinero es para 6 ó 7 familias. Unas 35 personas. Les enseñamos las técnicas correctas y los habituamos a trabajar en comunidad.

Ese silencio suyo del que hablábamos al principio se nos fue contagiando a medida que nos iba contando y, sorprendidos, fuimos quedándonos boquiabiertos por la generosidad de sus colaboraciones y su discreción en divulgarlas.

San Juan, 10 de junio de 2016.
José Luis Simón Cámara.


[1] Sección administrativa de un municipio o parroquia.

Galería de personajes. 23.

Un gaucho en la sierra de Gredos.

Lo vimos pasar sobre su caballo blanco, como ausente, a lo suyo, y el niño lo llamó:

–¡Caballero!

Una voz que parecía perderse entre el murmullo de la gente que pasaba. Unos regresaban del baño en la piscina, otros paseaban por la ladera que lleva al río, otros se levantaban de las mesas del kiosco-restorant donde habíamos comido, algún coche, pocos, hacía maniobras para salir del aparcamiento formado por el hueco entre los pinos. ¡Vaya pinos!. Algunos quizá alcanzaran los 40 metros y la mayoría, eso es lo sorprendente, se elevaban hasta el cielo. De vez en cuando un cencerro nos indicaba la proximidad de algún ganado de vacas, casi siempre en grupo de 10 ó 12, y el vaquero en muchos casos se apeaba del land rover, sin espuelas, y las seguía por el sendero.

El caballero, ensimismado, moviendo su esqueleto al ritmo pausado del caballo, alto y delgado, el pelo recogido en la coleta, sombrero, botas de montar. Toda una estampa.

Entre el murmullo había escuchado la voz del niño porque al momento giró la cabeza, se apeó del caballo y animó al niño a acercarse preguntándole si quería montar. La timidez se apoderó del niño y su madre lo acercó al caballo y al jinete. Éste lo cogió en brazos y lo sentó en el caballo.

–¿Cómo te llamas?

–Juan.

–¿Te gusta montar a caballo? Ya ves, yo me dedico a llevar niños. Cuando gustés me buscás. Yo ando todo el día por ahí con el caballo.

Al día siguiente, con el pelo suelto, ya sin coleta y sin sombrero, lo reconocí en el bar “El Cruce”. Su mirada era inconfundible. Se sentó en una mesa y, como todos, pidió café con leche y magdalenas, se sacó las gafas de la faltriquera y comenzó a mirar el móvil, como casi todos. Entonces vi que miraba a Juan como queriendo reconocerlo y se lo hice notar al niño que se le acercó nuevamente.

–¡Ah!, tú eres Juan, el niño de ayer. Yo soy Lucho.

Fue entonces cuando observé más de cerca su cara, sus ropas, sus botas. Todo su atuendo, deslumbrante a caballo, iba cobrando el color de lo diario, el sabor de la rutina, la tristeza del cansancio, la fatiga de lo viejo. Sus botas desgastadas y con muestras ya de agujeros, sus gafas con ese hilo del que cuelgan para que no se caigan, algunas gotas de leche chorreando de la magdalena volvían al gaucho a su dimensión más humana, desprovista de la épica de la pampa o de la sierra, donde quizá en otros tiempos era hábil en el manejo de las bolas para detener los terneros y parar la carrera de los caballos salvajes.

Como un viejo cawboy recuerda sus aventuras en la pradera conduciendo ganado, domando potros y enfrentándose a los cuatreros, y ahora sentado en el estrado del circo espera su turno para la exhibición ante los niños, así ahora quizá este gaucho, la cara cruzada de tristeza y arrugas, sonríe contemplando el infinito y acordándose de aquella “mina” que se quedó, también triste por su ausencia, bajo el porche en la enramada.

San Juan, 1 de Agosto de 2016.
José Luis Simón Cámara.

XXX Subida al Santuario de Santa María Magdalena – Novelda (30-Julio-2016)

Cuando me apunté a la subida al santuario de Santa María Magdalena de Novelda, lo hice motivado por varios factores: correr para celebrar mi treinta y siete cumpleaños que era al día siguiente; introducir una buena prueba en medio del verano dentro del objetivo de este año que para mí es Maratón Valencia; disfrutar de una mítica carrera de nuestra provincia de la que tan bien he oído hablar al presi; coincidir con algunos amigos que son naturales de esa localidad y alrededores.

DSC_2451Finalmente, acudimos bastantes compañeros de A To Trapo, cada uno a lo suyo y todos unidos por el buen rollo que nos caracteriza. Todos en el listado de tiempos que tenéis más abajo.

Antes de empezar, la foto de rigor y preparados en la pista de atletismo para la salida. Charla con el presi, con Mari Paz, con todos un poco. Algunos consejos y comentarios de los gatopardos Ferpelu y Jorge. Y salida. El recorrido era como me lo esperaba en cuanto a lo material, puesto que he estado en varias ocasiones en el Santuario. Primeros kilómetros en ligero ascenso hasta salir del pueblo, kilómetro de dura pendiente hasta la Mola del 4,5 al 5,5, bajada pronunciada hasta el 6 y luego volver a bajar con algún pequeño tobogán hasta la pista de atletismo para acabar en el 12. Recorrido muy entretenido y de los que divierten hacer por perfil y trazado.

En mi caso, me encontraba bien a pesar de los 32ºC. Estamos acostumbrados ya a estas temperaturas. Así que decidí empezar con los gatopardos y a ver que salía. Naturalmente, Ferpelu se largó ya en el kilómetro 2 y Jorge cogió mejor ritmo que yo en el 3. Pero la carrera con Jorge fue bastante divertida, puesto que en la subida le adelanté a él y otros muchos con paso corto y cadencia rápida, llegando casi hasta Fernando, luego el triatleta me alcanzó ya en el pueblo y me animó a seguirle y finalmente me encontré fuerte yo y echamos el resto hasta el final entrando juntos. Un 4’34” de media real final que me deja muy contento.

Pero sin duda, lo mejor de la carrera y lo que más me sorprendió fue el ambientazo continuo durante todo el recorrido que transmitían los vecinos de Novelda. Sé que todavía soy bastante novato en todo esto, al menos en cuanto al número de pruebas que he disputado, pero hasta la fecha es de las carreras que mejor me lo he pasado y más volcado he visto al público. Siempre animando con mucha energía, con mangueras que sus dueños sacaban de los chalets para regarnos y bajar el intenso calor, con avituallamientos y aspersores oficiales y extraoficiales, todo el pueblo y espectadores empujando y arropando al corredor. Los pelos de punta.

Sin duda, prueba muy recomendable para todos y que volveré a repetir, sobretodo si voy con acompañado de la familia tan estupenda que es #atotrapo.

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Fer VETERANOS D 0:53:09 165 18
Jorge L. VETERANOS A 0:55:32 233 53
José Ant. T. VETERANOS A 0:55:33 234 54
Jaime VETERANOS B 0:59:30 386 78
Jorge Juan VETERANOS C 1:01:08 466 52
Majo VETERANAS C 1:02:25 542 7
Ernesto VETERANOS C 1:02:40 554 66
José Ginés VETERANOS D 1:03:28 572 60
Jesús VETERANOS E 1:08:26 809 23
Juanmi VETERANOS A 1:08:54 821 173
Adrián VETERANOS A 1:08:52 822 174