Salir

Hoy, a pesar de las reticencias de alguno de los colegas, más bien partidario de seguir, por prudencia, el confinamiento, hay que tener en cuenta que ya rozamos o rebasamos los 70, para entender las razones de tanto comedimiento, se nos han disparado las ansias de salir a campo abierto. Y ¿qué horizontes más abiertos que Anchas Castilla? Parece que la expresión viene de los tiempos de la Reconquista. Estaban tan despobladas aquellas tierras que cualquiera que se adentrara, poco menos que podía establecerse a sus anchas como siglos después los repobladores del Este llegándose a la conquista de los inmensos territorios del Oeste, sólo poblados por aquellos indios que desaparecían y aparecían como por ensalmo marcando las puertas de las chozas con los mismos colores con que se pintaban la cara y dejando unas flechas emplumadas temblando en el dintel. La fiebre del oro obedeció a muchas circunstancias. Huida de la miseria. Aparición del ferrocarril. Leyenda de dorados inexistentes. Relatos fantásticos sobre las venturas, miserias y pasiones desatadas por las minas de oro. La búsqueda de lo nuevo, de lo desconocido, siempre ha deslumbrado a los humanos frente a la monotonía, el aburrimiento, la repetición de lo diario. La mayoría de las veces sucumbimos a la comodidad en la vida, si monótona y repetitiva, también serena y apacible. Pero otras veces, no sé si cansados de esa monotonía, no sé si hartos de tanta repetición o más bien deseosos de poder añorarla de nuevo, nos enfrascamos en aventuras quizá ya impropias de ciertas edades o reivindicándolas a pesar de los años.

¿Por qué renunciar al Himalaya si está ahí puesta nuestra vista?

¿Por qué renunciar a subir a Cebreiro agarrándonos, de tan empinado, a las raíces de los árboles, remojando los pies doloridos del camino en las frescas aguas de aquellos riachuelos, recobrando las fuerzas perdidas con la cecina largo tiempo colgada del techo y curada por el humo de los matorrales, refrescando el gaznate con los vinos del Bierzo? ¿Por qué renunciar a esa visión lunar de las Médulas donde los romanos, ya víctimas de la fiebre del oro, lo extraían explotando a los esclavos cuyos huesos reposaban en las ergástulas aún visibles en las calles de Astorga? ¿Por qué renunciar a saborear el cocido maragato de aquellos carreteros que transportaban por cerros y collados sus vasijas y alimentos artesanos? ¿Por qué renunciar a caminar, sin prisa eso sí, una noche de luna, guiados por los aullidos de los lobos al astro de las sombras? ¿Por qué renunciar, es tan poco frecuente, a la placentera incomodidad de dormir una noche bajo la protección de un árbol, escurriéndose las mantas sobre las puntiagudas pinochas y escuchando el ulular de los mochuelos? ¿Por qué renunciar a esas ilusiones tantas veces soñadas y por qué no, tantas veces rozadas con la punta de los dedos? ¿Por qué renunciar a la contemplación de esos pináculos de piedra levantados a un dios, temeroso de su imponente agudeza? ¿Por qué renunciar a esas imprevistas tormentas nocturnas que descargan las bóvedas del cielo sobre los bosques del Pirineo? ¿Por qué renunciar a esos caminos interminables dorados por las mieses que los envuelven cabrilleando como un mar? ¿Por qué renunciar a esos alineados campos de vides donde el mismísimo Baco instalaría su tienda? ¿Por qué renunciar a esos castillos donde se encierran para siempre los sueños de dulces damas y de graves caballeros? Pues no, no pensamos renunciar a esas imaginarias y no por ello irrealizables ilusiones al alcance de nuestra mano. Así que hoy mismo, sin dejar pasar un día más, nos hemos puesto manos a la obra y hemos desempolvado los viejos mapas del camino y los horarios del ferrocarril que nos llevará a la frontera de nuestros sueños.

San Juan, 17 de junio de 2020.
José Luis Simón Cámara.