Ruta de las fortalezas 2020/22, crónica de un sufrimiento anunciado

Esta carrera la teníamos pendiente del año 2020 cuando un dichoso bichito, que no iba a provocar mas que unos pocos casos en España de una “gripe rara”, paralizó el mundo entero. Así que, dos años mas tarde, con pocos entrenamientos y diez kilos de mas, nos presentamos el día 2 de abril en la linea de salida. Tres eramos los componentes del Grupo A To Trapo, Tomas Méndez, Juan Punzano y un servidor (Gosa), dispuestos a afrontar esta vuelta de unos 50Km y unos 1700 metros de desnivel positivo, que rodea la ciudad de Cartagena y que sube a las antiguas fortalezas que custodiaban esta ciudad. Una carrera bien organizada por la Armada y que en alguna de sus “cimas” nos ofrece unas espectaculares vistas de la costa Cartagenera.

A las 8:05, había que cumplir con la enseña nacional, se da la salida. Escalonada en cajones con salida cada 5 minutos, Tomás sale en el penúltimo cajón y Juan y yo en el último a las 8:20. No contentos con salir en el último cajón, nos ponemos también de las últimas unidades. Al ser una carrera multitudinaria, se agotan las 4.000 inscripciones, y poder realizarse en modo senderista, tuvimos que empezar a trotar a buen ritmo para empezar a adelantar unidades. Y eso hicimos, trotar y trotar y trotar…. Las cuestas arriba no eran muy pronunciada así que trotamos cuesta arriba, y cuesta abajo y en llano y conseguimos adelantar a mucha gente.

La única pega que le veo a la carrera es que se comparte demasiadas veces la subida y la bajada a las diferentes fortalezas. Todos en fila india, unos para arriba y otros para abajo y no te queda mas que seguir el ritmo del que llevas delante. En uno de estos cruces de gente, al principio de la carrera vemos a Tomás y hasta aquí. El “Tractor” puso la reductora y ya no lo volvimos a ver.

Poco a poco nos dirigimos al avituallamiento de mitad de carrera que está en la Plaza San Francisco de Cartagena (Km 27). Comemos y bebemos (madre mía como estaban los Donuts), y descansamos un poco. A la salida del avituallamiento ya empiezo a notar que las piernas no van da dar mucho mas de sí. Le digo a Juan que tire para adelante, pero decide quedarse y acompañarme el resto de la carrera. La verdad que gracias a su apoyo la pude terminar porque después de otros mas o menos 10 km de trotar y trotar por dentro del puerto, viendo submarinos (algunos en desguace) y barcos (no entiendo mucho de esto, así que no puedo decir si eran fragatas, buques o canoas), mis piernas dieron basta. Se terminó de correr y en la siguiente subida, pasado el km 35 empieza las primeras rampas en la pierna derecha.

A partir de aquí, un infierno, las rampas de la pierna derecha aparecen también en la izquierda. Cada cambio de terreno, de llano a subida o a bajada, de bajada a subida etc. es un sufrimiento. He hecho carreras de mas de 100 Km, con miles de metros de desnivel positivo y jamás he tenido el dolor que tuve en esta carrera. En las ultras normalmente se me suele pasar, pero aquí no había manera, La ultima subida, encima la mas dura, la hago muy poco a poco. Veo un puesto de ayuda y me lo reservo para la bajada. Allí un teniente (todavía recuerdo los rangos) empieza a hacerme un masaje. Poco a poco va poniendo mi pierna derecha en el sitio, pero, cuando empieza con la izquierda un corredor que había parado también a ponerse un poco de reflex, se marea. Gracias a Juan que lo sentó rápido no cayó al suelo, así que mi pierna deja de ser una prioridad y atienden al corredor (que se recuperó bien porque lo vi entrar en meta)

Así que entre ¡ays!, ¡uys!, ¡ostias! Y otros improperios que os ahorro, llegamos a la meta en 9 horas 10 min. Tomás ya había llegado hacia casi dos horas y no lo pudimos ver.

La conclusión. Sin entrenamiento, no hay carrera fácil.

El dolor es pasajero, la gloria, es eterna.

Salut i Muntanya.