Corría el año 2055 de nuestra era cuando Joan, recién cumplidos los cuarenta, decidió poner en su perfil de Facetwitgram -la super red social que fusionó a todas las existentes anteriormente- una foto en la que se le veía, a los pocos días de nacer, con una camiseta celeste y una extraña inscripción junto a un no menos absurdo dibujo.
La supercomputadora Very Big Brother, que controlaba e interrelacionaba todas las acciones del planeta, emitió al momento la localización de otros tres usuarios, Carlota, Manuel y Luz, de edades similares, con orígenes cercanos y con idénticas camisetas en instantáneas de sus tempranos días, poniendo en conocimiento de los cuatro tales coincidencias.
Picados por la curiosidad, se cruzaron mensajes tratando de conocer cuál era el origen de tan extraña coincidencia y, sobre todo, de averiguar qué significado podía tener la leyenda «A To Trapo» y la imagen parecida a un extraterreste que la acompañaba.
Tras arduas pesquisas, rebuscando en webtecas y archivos olvidados de padres y abuelos, llegaron a la conclusión de que podía tratarse de una especie de secta, formada por gente con alguna carencia de materia gris, que se reunía con cierta frecuencia a realizar una serie de ritos, a cuál más asombroso. Por ejemplo, se desplazaban en grupo moviendo las articulaciones inferiores de forma secuencial y acelerada. Sí, sorprendentemente no utilizaban los impulsores talonares que desde hace tiempo se implantan a todo mortal a partir de que se mantiene erguido. También se sumergían en el agua del mar justo cuando más frío hacía, saludaban al sol con posturas ridículas o comían sandía en noches de luna llena. Además, parece que creían que todo aquello podía ser beneficioso para su salud. Joan, Carlota, Manuel y Luz llegaron a descubrir que el impulsor de todo aquello era una especie de Sumo Sacerdote, de pelo dorado, mirada azul y nariz aguileña que, mediante alguna pócima o conjuro mágico, conseguía de cada miembro lo que quería: poner una pancarta, escribir una crónica o un microcuento, hacer las fotos o ponerse una pinza en el pelo. Las últimas noticias que consiguieron de este personaje, le perdían la pista tratando de recorrer los ochomiles del Himalaya, aunque no se está muy seguro de si se trataba de él o del mismísimo Yeti.
Carlota, Luz, Manuel y Joan decidieron rendir homenaje a aquella secta organizando la I Corre Four, de «correr» que parece que era como se llamaba lo que hacían aquellos antepasados, y claro, de «four», cuatro, el número que sumaban ellos. La prueba, durísima, consiste en recorrer los pasillos de un gran centro comercial, sin activar los impulsores talonares. Y se sigue celebrando cada año con una altísima participación, casi cien mil, aunque muy pocos consiguen terminarla.