Cualquier día

Esta mañana mi mujer ha salido de casa en el coche a hacer unas gestiones. Siempre tiene algo que hacer fuera o en casa. Sobre todo en casa, cualquier día de la semana o cualquier mes del año. Pero especialmente ahora, con el confinamiento más aún. En casa, claro. Un día la cocina, pero no una limpieza superficial, no, una limpieza a fondo, qué sé yo, por poner un ejemplo, si nos ponemos, porque me implica, a limpiar el horno, hay que sacar las rejillas metálicas móviles, desmontar las fijas, desatornillar los cristales de protección, echar líquido limpiahornos, restregarlo bien con el estropajo y después de bien limpio todo, volverlo a montar. Esto es solo un ejemplo de un solo aparato de la cocina. Imaginaos. Porque luego están las habitaciones, los aseos, el salón, el estudio, bueno, el estudio es punto y aparte. Quitar de las estanterías los montones de libros, limpiarlos uno a uno, mover las estanterías una a una para limpiar el polvo y porquería acumulados estos años, repararlas porque se desvencijan con el peso y el movimiento. Ya colocados en su sitio, el turno de los libros. Esta vez, nunca lo había hecho, los hemos contado. Unos 2.300, sin contar carpetas y libretas. Y ¿qué decir del patio y su pequeño jardín? ¿Habrá algo más natural que haya hojas por el suelo donde hay árboles y plantas? Pues también hay que barrer y limpiarlas. En fin. Aprovechando que ella había salido a hacer esas gestiones yo he salido también a hacer otras a pie. Después de tantos días, más que ganas tenía necesidad de estirar las piernas sin límites y fui caminando hasta la Universidad donde hacía tiempo que tenía que resolver unos asuntos. Algo de certificados. El regreso decidí hacerlo por una gran avenida que nunca había recorrido. Ir en dirección contraria a la habitual da otra visión de la misma realidad. Como si paseara por una ciudad distinta a la que conocía ya tantos años. Por la acera una sucesión de tiendas, ropa, electrodomésticos, moda, telefonía, una vieja conocida de cuando estudiaba en Murcia, ¡hola paisana!, ¡hola guapo, cuánto tiempo!, todo eso sin detenernos. Ya después de un buen rato caminando tuve sed y entré en un bar de la acera. Pedí una cerveza con una tapa. Puede sentarse fuera en una mesa. Pegado al bar a la derecha de la acera había un descampado descendente con pequeñas terracitas irregulares de tierra, al fondo terreno no cultivado sin urbanizar, campo abierto.

Me senté en una mesita, tres sillas. Me sirvieron la caña y unas alcachofas con anchoas. Mi tapa preferida. Mar y tierra. A mi alrededor otras mesas con gente y abajo una especie de anfiteatro natural donde apareció un joven vestido con un mono de trabajo sobre una Harley Davidson. Ronquidos de motor de barco. Aunque al aire libre no era atronador el murmullo de los clientes, las conversaciones eran ya un susurro. Saqué un paquete de cigarrillos recién comprado del bolsillo y hurgando en el pantalón vaquero encontré una china. Comencé a mezclarla con el tabaco y llegó entonces una pareja. ¿Podemos sentarnos? Por supuesto. Gracias. Ante su presencia se me cayó al suelo irregular la china que no conseguía encontrar con disimulo entre las otras chinas. Finalmente me lié el canuto y volví a saborear una sensación olvidada. A la vez que observaba desvanecerse las volutas de humo escuché el monólogo del joven. Voy a reconquistar este país y arrebatarlo a las manos de los invasores. No como don Pelayo, a caballo, sino sobre esta moto capaz de cabalgar millas y millas. Y como haciendo un aparte. He de confesaros que estos meses de precios por el suelo, he acumulado combustible para ampliar las conquistas hasta tierras aún no exploradas. De vez en cuando, como para subrayar su discurso, un acelerón a la Harley. Mis sentidos se dispersaban entre acelerones, discursos, volutas y anchoas. Alejándome ya de la terraza llamé a casa. ¡Hola, chica!

¿Han llegado ya mis padres? ¿Cómo si han llegado? Tus padres murieron hace años. ¿Tampoco han llegado los tuyos? Los míos murieron mucho antes. ¿Dónde estás tú, por cierto? Me habían dicho los niños que habían llegado. ¿Qué niños? Nuestros hijos. Hace tiempo que no viven con nosotros. ¿Serían quizá los nietos?

¿Cómo estás? Llevan ya tiempo estudiando fuera. Una en Londres y otro en Madrid. ¿Te encuentras bien? ¿Has tomado algo? Estoy perfectamente. Una caña con tapas y un canuto. ¿Cómo se te ha ocurrido? Hace años que no te ponías uno en la boca. A mí nunca me habían hecho efecto. Eso te creías. El fresco de la tarde y la larga caminata me fueron despejando las ideas. Necesitaba aquel paseo por el espacio y el tiempo.

San Juan, 10 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.

La escapada. 5.

En las páginas de sucesos del periódico regional había un amplio y detallado eco del recibimiento de que fue objeto el féretro con el cadáver del ilustre hijo de la población, antiguo miembro del cuerpo de inspectores de policía y, ya abandonado el cuerpo, empresario de éxito en el mundo de las agencias de viaje. No cabía ninguna duda. Había algún tipo de relación entre el antiguo policía y los tres tipos de la camioneta a la que él subió y en la que encontró la muerte junto a los otros.

¿Cuál era esa relación? Ya tenía más de 70 años. Bastante mayor que los otros que estarían entre los 40 y los 50. ¿Habría organizado, sirviéndose de la infraestructura de las agencias de viaje una red de extorsión, un grupo de acción directa, al servicio de intereses inconfesables, aprovechando sus relaciones y su conocimiento del mundo policial y también del mundo criminal, con algunos de cuyos miembros había tenido contacto? No es ningún secreto que algunos departamentos de la policía tienen una red de contactos y chivatos en el mundo del hampa que les proporciona información dependiendo de los respectivos intereses. Incluso hay unos presupuestos dedicados a ese fin. Los llamados fondos reservados o fondos de reptiles que son de uso discrecional de la policía y solo son controlados por alguna reducida comisión parlamentaria que lo mantiene como secreto de Estado. Después de lo ocurrido sería ingenuo atribuir a la casualidad su presencia aquel día en aquel bar de Ricote, coincidiendo con los tres tipos de la camioneta. Es cierto que no los vi hablar entre sí. Eso no quería decir nada. Podrían haberlo hecho antes. Seguro que lo hicieron después ya que salieron juntos y se montaron los cuatro en la camioneta. Quizá no cruzaron una palabra por la Benemérita. No querrían exponerse a que por cualquier razón los relacionaran. ¿De qué información se habrían servido uno y otros para converger allí, en ese pequeño y perdido pueblo de la extensa provincia de Murcia? ¿Cuáles eran sus servicios de información? Una posibilidad podrá ser el seguimiento de los móviles. Esto se parece cada vez más a China, a esos países donde los ciudadanos están permanentemente controlados por el poder. Pero ¿quiere eso decir que ellos tienen acceso a las informaciones del poder, es decir, de la autoridad, de la policía?

¿Significaría esto que estarían en connivencia con la policía? ¿Sería esa la conexión del ex -policía y los otros tres? Me parecía tan fuerte esa hipótesis que la rechacé de plano. Aunque con algunas reservas. ¿Qué otra posibilidad quedaba? El seguimiento de la matrícula del coche. He pensado, ya tarde, que quizá hubiera sido práctico haber hecho lo de tiempo atrás cuando para salir a distribuir propaganda subversiva o hacer pintadas en las paredes, manchábamos la matrícula del coche con barro para dificultar la identificación. También esa información está en manos de la Dirección General de Tráfico, es decir, de la policía. Volvíamos al punto de partida. A menos que fuera a través de la pensión donde pasamos la primera noche cerca del Ayuntamiento, para sentirnos más seguros. Porque tengo entendido que las pensiones y hoteles tienen la obligación de comunicar diariamente a la policía la identidad de los inquilinos o pasajeros. También esta pista nos llevaría a la policía. Todo apunta hacia la policía. Cada vez me huele peor esta historia. Tengo que llegar hasta el final. O esto será mi final. No hay otra alternativa. Porque no pienso pasarme la vida huyendo ni tampoco marcharme a ninguna parte. Sería una posibilidad, aunque por una parte no me aseguraría escapar a sus largos tentáculos y por otra sería rendirme a sus propósitos. Quitarme de en medio.

San Juan, 3 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.

III Ultra Coronavirus (5-Abril-2020)

Hace tres semanas el COVID-19 nos pillo a todos desprevenidos, todo es casa y en ella seguimos.

El grupo A TO TRAPO esta formado por personas de diferente perfil deportivo: unos suben y bajan montañas, otros corren por asfalto, otros se suben a la bici para hacer triatlones, pero todos lo hacen sintiendo el aire en la cara. Pero ahora hay que quedarse en casa. Los domingos es el día que solemos quedar para correr juntos, unos más otros menos, unos más rápido otros más despacio, pero todos juntos, con puntos donde todos nos reunimos, y charlamos, pero ahora hay que quedarse en casa…

Y desde casa ¿qué podemos hacer? Pues David y Borja tuvieron una idea: juntos vamos a vencer al Coronavirus montando un ultra en nuestras casas, unas tienen jardín, otros tienen balcón, otras tienen terraza, otros tienen pasillo, pero todos tienen un espacio donde nos podemos mover… Así que David ideó una manera de quedar todos el domingo, cada uno desde su sitio, para hacer un entreno conjunto, el primer domingo fue un éxito, y el segundo más, pues correr en tu casa conectado con tu grupo de entreno es mucho más llevadero…

Y llegamos a la III edición del Ultra Coronavirus A To Trapo, y David, Borja y Jesús idean: vamos a darle sentido a nuestras zancadas en casa, en este momento hay personas que lo están pasando mal, y Cruz Roja está haciendo una labor estupenda, así que planearon hacer una  prueba solidaria, donde la inscripción vaya entera para Cruz Roja Sant Joan, y como en este club si algo hay de sobra es solidaridad este fin de semana entre integrantes del club y amigos/as, 89 personas de Sant Joan, Mutxamel, Alicante, Elche, Castalla, y de fuera de nuestra provincia como son los A To trapo de Albacete, Bilbao, Madrid, Murcia, Segovia o Valencia, han hecho tres horas y cuarto de ejercicio, correr, tablas de gimnasia, escaleras… lo que fuera pero todos juntos sabiendo que estos casi 500 € van a ser muy bien empleados en personas que lo necesitan… la semana que viene será el IV, y parece que habrá dos más, pero compartir estos ratos hacen sentir que todos estamos juntos, en breve volveremos a sentir el aire en la cara, pero estos ratos nos han unido más como grupo…

¿Qué es poesía?

Con este sol que parece desnudarnos
Después de tantos días
Después de tantas noches
De relámpagos y lluvia
Después de tantos días de penumbra
Empiezan a desperezarse árboles y plantas.

Además es primavera,
cuando les toca despertarse aunque ¡con este tiempo! Por eso luego, a veces, pagan las consecuencias y ¡ay! sus tiernos y olorosos brotes de azahar, sus delicadas y recién nacidas hojas buscando su verde entre los verdes, van palideciendo y, mustias, acaban por secarse. Y no sólo da pena por la pérdida de esa efímera belleza, por la incontable gama de verdes, por el sordo y silencioso bullir de su crecimiento. Es que luego no tenemos almendras para tomar con el vermut, es que luego no podemos saborear las lujuriosas brevas, ni los higos prensados, el pan de higo, que nos regala el Pariente por santa Águeda, ni esos melocotones recubiertos de seda con pelusilla, ni las muchas variedades de mandarinas o de naranjas de la China. Aunque últimamente cuanto menos mejor de ese país, porque sus últimos regalos envenenados, que ya sé, pudieron venir de cualquier sitio, nadie está libre de desgracias, pero es de momento incontestable que vinieron de allí, de donde se ausentaron para establecerse en nuestras tierras y con peores resultados.

Pero volvamos a la poesía.

Aunque como respondía Neruda[1], el poeta del amor y de la naturaleza, en el Madrid del 37 a sus lectores, en su poema “Explico algunas cosas”

“¿Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles.
Venid a ver
la sangre por las calles.
Venid a ver la sangre
por las calles.”

Ahora, quizá, la poesía está en esos miles de personas que, vestidas de blanco, con guantes y mascarillas, si las hay, casi anónimas para la mayoría, están en el frente sanitario de batalla, están sacando las castañas del fuego a todos los que nos vemos obligados a estar resguardados en las trincheras de nuestras casas.

Ahora, quizá, la poesía está en esas personas, vestidas de uniforme, que han convertido sus armas de guerra en herramientas de defensa de la vida de sus conciudadanos.

Ahora, quizá, la poesía está en esos miles de personas que, tras las cajas de los supermercados, con el embozo puesto como todos, nos sirven y se exponen al incesante paso de posibles portadores.

Ahora, quizá, la poesía está tras el mostrador de las farmacias, convertidas en santuario de la salud.

Ahora, quizá, la poesía está en esos camiones y furgonetas que van roncando por las carreteras hasta llevarnos las verduras, frutas, carnes y pescados.

Ahora, quizá, la poesía está en esos pescadores que, lanzándose al proceloso mar, extraen de sus entrañas nuestros escamados alimentos.

Ahora, quizá, la poesía está en los gritos nerviosos de esos niños, sujetos al rigor del encierro, como si tuvieran edad para entenderlo.

Ahora, quizá, la poesía está en el vecino que a su pesar se desplaza hasta la casa del enfermo, incapaz de abastecerse, para llevarle provisiones.

Ahora, quizá, la poesía está en todos aquellos, sean músicos, cantores, poetas, ilusionistas, gimnastas o pintores que, cada uno desde sus casas, proporcionan diversión, entretenimiento, distracción, sugerencias, a sus conciudadanos para hacerles más llevadera esta ya demasiado larga situación.

Quizá, ahora, la poesía está en todas y cada una de estas cosas.

Quizá, ahora y siempre, la poesía no sea nada más que todas estas cosas.

San Juan, 4 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.

[1] Del libro “España en el corazón”, Madrid, 1937.