La rodilla de un maratoniano

Desde que tenemos uso de razón aprendemos la mayoría de las veces que lo que nos enseñan es lo correcto aunque esto en ocasiones no sea lo acertado y por ese silogismo podemos llegar fácilmente a la conclusión que lo que nos enseñan no siempre es verdad.

Casi nunca, por ejemplo, nos hablan de Atletismo. Hablemos pues.

Está sobradamente demostrado que el brazo de un tenista es un ejemplo claro de fuerza. Un tenista de alto nivel es capaz de sacudir mandobles que tumbarían al hombre más fornido. Lo que no nos suelen enseñar es que un lanzador de jabalina tiene con toda seguridad una palanca más fuerte, además de una flexibilidad envidiable, estamos hablando de Atletismo. Atletismo no es Futbol. La patada de un Futbolista de los que levantan pasiones con sólo sacudir su melena jamás podrá compararse a la de un vallista de élite. El acto primitivo, tosco y vulgar de patear es un reflejo innato que tenemos desde nuestra concepción como animales placentarios que somos. Un vallista necesita miles de horas para perfeccionar una técnica y un desarrollo muscular que sólo se obtiene con años de entrenamiento estricto. La patada de un vallista cuando ataca la valla es un latigazo al alcance de muy pocos mortales, un trallazo.

Hablando ahora de boxeo todos sabemos que cuando un púgil lanza un crochet a la cara de su adversario es capaz de ejercer una fuerza como para noquearlo aunque éste lo vea venir por el rabillo de su ojo. Un buen puñetazo no es comparable a lanzar una bola latón de 7,260 kg a más de 21 metros de distancia. El brazo de un lanzador de peso es como un martillo percutor de impulsos fulminantes anclado a un motor de compresión de 200 cv. Hablamos de Atletismo.

¿Y qué hay del balonmano?, para ser un buen portero de balonmano sólo hace falta tener unos reflejos felinos, la flexibilidad de una mimbre y la valentía que da estar al límite de la cordura, ¡como si todo esto fuera poco! Pues bien, un pertiguista tiene todo esto pero además es capaz de correr rápido como un gamo y acertar a clavar y doblar la pértiga para impulsarse con ella después. Una pértiga, para quien no lo sepa, le diré que es bastante más dura de lo que parece.

El Atletismo es el deporte rey, eso todo el mundo lo sabe y quien no quiera verlo es porque quizás no se lo enseñaron cuando empezó a tener uso de razón. Muy pocos sabemos, por ejemplo, que un velocista es capaz de abandonar los tacos de salidas en menos de 100/1000 seg tras un estímulo sonoro o que un marchador desarrolla una frecuencia de zancada que muchos no seríamos capaces de aguantar apenas unos minutos mientras que ellos se deslizan sobre el asfalto durante 40 o 50 km, ni mucho menos que un triplista es capaz de volar más allá de 18 m. demostrando así que la osamenta humana puede soportar impactos increíbles, impactos, impactos. Un maratoniano también impacta sobre el suelo firme hasta un total de casi cinco millones de veces en un año, en un acto repetitivo, cansino, rutinario que sus rodillas se encargan de gestionar como buenamente pueden. La rodilla de un maratoniano es una maquinaria preciosa, perfectamente engranada, es un dispositivo único en la naturaleza, no existe parangón.

Hace unos días pude ver como un compañero de entrenamientos, un amigo me atrevería a decir con su permiso, sufría enormemente pero no por dolor, eso se ve con sólo mirar al fondo de los ojos. Está desolado porque una de sus rodillas está cascada, tiene una avería seria.

Un maratoniano, amigos, no es aquél que un día corrió un maratón sino aquel que corre maratones y entrena miles de kilómetros para saber impactar, sufrir y como fuere que el sufrimiento te hace acumular uso de razón, en la próxima me gustaría estar a su lado. Paciencia, él sabe.

Galería de personajes. 5.

El pintor alemán.

Arrastrando los pies y buscando con unos ojos que apenas saben que sirven para ver se va desplazando al ritmo pesado de los paquidermos. Ojos que han sido maestros en la observación de la luz y del color, ojos hábiles plasmando esos colores percibidos en el lienzo, ojos expertos en el secuestro del azul mediterráneo del cielo y el mar. Su figura imponente, titubeante, adquiere un tinte triste, desconcertado. Fuera del cuadro y el pincel se encuentra extraño en el mundo que lo rodea. Hoy, casualmente, he entrado a un bar, no es lo casual que entre o salga de un bar, eso lo hago bastante a menudo, quizá más de una vez al día, quizá más de lo que desearía mi amante esposa, no, lo de casualmente lo digo porque le he enseñado la portada del periódico al dueño del bar. Ahí aparecen dos imágenes, una del escultor suizo Alberto Giacometti, “El hombre que señala”, símbolo de la fragilidad del ser humano según la visión de la filosofía existencialista de entreguerras, y otra del pintor malagueño Picasso, “Las mujeres de Argel”, recreación al modo cubista del famoso cuadro pre-impresionista de Delacroix, pintado a raíz de su viaje como miembro de una misión diplomática francesa a Argel el año 1832, donde tuvo el raro privilegio de visitar un harén que lo dejó impresionado por su color, sensualidad y clasicismo. Parece que exclamó: “¡Qué belleza! Como en época de Homero”. La primera obra, por eso es noticia de primera página, vendida en la galería Christie´s de Nueva York por 126 millones de euros y la segunda por 160. Estos dos artistas ya tuvieron mucho éxito en vida, pero suele ocurrir que autores de obras valiosísimas han muerto en la miseria, como es el caso de Van Gogh. Tras mostrarle las imágenes del periódico, Paco me ha dicho: “Si, muchos de ellos viven en la miseria y mueren en la abundancia, como le ocurrió al pintor alemán afincado en San Juan, Pablo Lau. Su situación económica no era precisamente muy boyante. Un día me dijo: “Si me compras un cuadro, te regalo la decoración de las puertas de los aseos del bar”. Más que por amor a su pintura, de cuyo valor yo no tenía ni tengo aún criterio formado, por ayudarle en su situación económica, le dije que sí. Y en 2001 le compré un paisaje ya por 250.000 pesetas. Ese que está ahí colgado en el comedor. Y me pintó las puertas del aseo para mujeres y para hombres. Una sirena con los pechos al aire y un pirata tuerto con pata de palo y con garfio. En ambos casos con una leyenda en la parte de atrás de la puerta”.

Para mí, que estaba escribiendo un retrato del pintor al que yo solo conocía de vista sin haber cruzado jamás una sola palabra con él, fue toda una sorpresa la valiosa información que me acababa de proporcionar, sin pretenderlo, el dueño del bar. Inmediatamente me fui al salón-comedor del bar y contemplé y fotografié el paisaje al óleo entre cubista y naif. ¡Cuántas veces había bebido y comido en aquel salón sin haber apreciado el cuadro! Enseguida, y sin necesidad fisiológica alguna, más bien estética, fui a los servicios o aseos o toilette o retrete (que ya no sabe uno cómo llamarlos) y volví a contemplar y fotografiar también esas puertas que tantas veces había visitado y en las que, llevado por la urgencia, ni siquiera había reparado. Efectivamente una sirena y un pirata con sendas leyendas en el reverso sobre las relaciones inteligentes entre las parejas para conseguir la difícil felicidad. El azar me había ayudado a completar el retrato del pintor.

San Juan, 15 de mayo de 2015. José Luis Simón Cámara.

Galería de personajes. 4.

El tonto del pueblo

Casi siempre que lo veo va haciendo palmas con las manos. De manera escandalosa, como para llamar la atención. Para que se le oiga o más bien para que se le vea. Camina solo y rápido, buscando descaradamente con la mirada la aprobación de los que pasan a su lado. O quizá trata de desviar la atención de su cojera que lo hace tambalearse sin perder nunca el equilibrio. El palmeteo metálico de otros tiempos se ha ido amortiguando a medida que aquellas manos huesudas han ido dando paso a otras más carnosas y rechonchas, como todo su cuerpo, que si antes parecía ir sobrevolando el suelo, ahora lo pisa casi hundiéndose de la envergadura que ha adquirido. Los ojos como si mirara a todas partes sin fijarlos en ninguna. No habla con nadie. Nunca lo he visto quieto en ninguna parte. Siempre de paso, caminando, como si se le acabara el tiempo, como si llegara tarde. No sé a dónde porque cuál podría ser su ocupación. La verdad es que todo son suposiciones. No sé cómo me arriesgo a suponer, imaginar, fantasear cuáles pueden ser las actividades de alguien al que sólo veo pasar de tiempo en tiempo y del que desconozco el nombre, la procedencia, la familia, el trabajo, es decir, de alguien del que desconozco todo y únicamente lo he visto pasar por la calle como cuando veo a alguien en el asiento de un vagón del tren en un viaje de esos a cualquier parte. Alguien al que sé que seguramente no volveré a ver nunca más. Como si se tratara de personas que aún no existían antes de encontrármelas por primera vez o que ya han muerto para mí, porque seguramente ya no volveré a verlas nunca más en la vida. A veces ni siquiera necesito verlo para saber que sigue vivo. Lo oigo a lo lejos, desde mi casa o desde la terraza de un bar y sé que es él. Su forma de palmear es inconfundible. Por tiempos. Intensa. Compulsiva. Descansa unos segundos y vuelve a la carga. Otra vez. Al mismo ritmo que quizá lleva ya grabado en su cerebro. Un ritmo del que no puede librarse y que posiblemente acompasa con el movimiento general de su cuerpo, que le sirve de contrapeso para no perder el equilibrio en esos bamboleos de sus pies cojitrancos con las zapatillas desgastadas por la parte exterior de la planta. ¿Qué pasará por su cabeza? Ese sí que es ya otro mundo. Se puede fantasear o especular o imaginar sobre el aspecto exterior, sobre el comportamiento visible, sobre las dimensiones, los movimientos, los gestos, pero sobre lo que se mueve dentro del cerebro de una persona… Tarea poco menos que imposible, al menos ímproba, en cualquier caso susceptible de todos los errores de cálculo imaginables. Porque si ni siquiera somos capaces de escrutar los movimientos conscientes y menos aún subconscientes de nuestro propio cerebro, ¿cómo podemos pretender aproximarnos y mucho menos adentrarnos en los laberintos del ajeno? Ni dios, y cuando digo dios me refiero a nadie, no a ese ser creado por el hombre a su imagen y semejanza, puede descubrir las ocultas motivaciones de ese órgano que tiene la capacidad de hacernos pasar de la alegría a la tristeza, de la euforia al decaimiento, del máximo abatimiento al mayor alborozo, del más negro pesimismo al más exacerbado entusiasmo. Por todas estas y otras razones, pido desde ya disculpas por el inadecuado y prejuicioso título del presente retrato, aunque lo mantengo como muestra de la incongruencia del llamado lenguaje popular, que no siempre acierta en su análisis de la realidad circundante, muchas veces hijo de la voluble, maliciosa y caprichosa condición humana.

San Juan, 19 de mayo de 2015. José Luis Simón Cámara.

Jornada electoral

Hoy es 24 de Mayo, día de elecciones. A las 8 de la mañana presento mis credenciales como interventor/apoderado de Izquierda Unida ante la mesa electoral que acaba de constituirse, formada por el presidente y dos vocales en el colegio Lo Romero, donde ha estudiado mi nieta durante años. Me encuentro algunas caras, de cuyo pecho cuelgan las siglas de un partido político, con las que me veo cada cuatro años. Siempre un montón de interventores del PP y del PSOE, apenas alguno de los partidos minoritarios. Los presidentes y vocales se renuevan, algunos repiten, pero nosotros, los interventores o apoderados, siempre los mismos, bueno, es un decir, porque algunos como Carlos o Chimo, en mi caso, que siempre íbamos juntos o a visitarnos a los respectivos colegios estos días de elecciones o a tomarnos unas cañas, ya están bajo tierra. Por aquí, sobre la tierra, todo como siempre. Que si en el colegio Cristo de la Paz han parado las votaciones porque se han mezclado las papeletas, que si en otro han repartido papeletas en la puerta del colegio, en otro han descubierto sobres ya con la papeleta de votación dentro en la cabina,….y ahora, en este momento acaba de llegar el alcalde, no sabemos si por mucho tiempo, no, no me refiero a si se va a entretener o no mucho rato en este colegio, sino a si va a seguir siendo alcalde o no por mucho tiempo. Supongo que tendrá que hacer equilibrismo si se quiere mantener en la poltrona. Hasta ahora los interrogantes que se planteaban, durante muchos años, han sido cuál de los dos partidos mayoritarios se haría con el poder y en qué circunstancias, con qué apoyos, a cambio de qué, si con mayoría absoluta o con necesidad de pactos. Hacía ya mucho tiempo que no se planteaban los interrogantes de estas elecciones que pueden trastocar el panorama vigente hasta el momento en que el único imprevisto era cuál de los dos partidos mayoritarios se llevaría el gato al agua. Ahora se plantean otras posibilidades que pueden alterar de forma importante el panorama político. Han pasado las horas muertas de la siesta y parece que la gente despierta de la somnolencia de un día sin que luzca el sol, más bien fresco para esta época del año. Los rumores circulan no ya a través de los apoderados de los distintos partidos que visitan a sus compañeros, o de los votantes informados, sino también a través de las redes sociales, internet, twiter, facebook: que si en la ciudad ha habido un enfrentamiento entre una candidata y apoderados de otra facción, que si han boicoteado a otro en otra ciudad, que si las papeletas de Ciudadanos no se corresponden con las aparecidas en el Boletín Oficial (¿quién ha mirado nunca el boletín oficial para comprobar estas cosas, acaso no está para eso la junta electoral central?), que si la pinta de los interventores de tal partido que ni son de aquí, parece que vienen de Alcoy, y mira los atuendos, la gomina todo el día en el pelo fresca, y encima con un manual de Derecho Civil que saca de vez en cuando y lee ante la mesa electoral cuando tratan de anular o eliminar sus votos, que si en el polideportivo han estado a punto de darse de hostias y ha tenido que intervenir la guardia civil,……Todo esto que me rodea y en lo que tomo parte como miembro activo, como alguien que participa por convicción política, con el deseo de transformar y mejorar esta sociedad en la que vivo, esta sociedad que quiero mejor para mis hijos y mis nietos, para los ciudadanos, todo esto, digo, me resulta como ajeno, como algo que, ocurriendo a mi alrededor, me resulta lejano, como algo carente de importancia e interés, como algo que difícilmente va a cambiar este mundo en el que vivo. Parece como si hubiera una disociación entre lo que hago, lo que pienso, lo que quiero y lo que ocurre.

J.L Simón. San Juan, 25 de mayo de 2015

Galería de personajes. 3.

Zapatos brillantes, normalmente color burdeos, a juego con el traje, la camisa y el pañuelo de seda al cuello, siempre impecable, sin perder la compostura aunque esté sentado en un banco de cualquier plaza, eso sí, lejos de ruidos o bullicio. Deja la bolsa de periódicos a su lado, saca un puro, lo enciende pausadamente, se recrea en las primeras volutas de humo, extrae un periódico de la bolsa y comienza a hojearlo. En el bar no lo he visto con frecuencia, pero las pocas que lo he visto, me ha parecido muy exigente, si no ya altanero o incluso impertinente como aquel día que lo vi quejarse al camarero porque no había bastante tortilla de la que él quería. Me chocó el contraste entre su elegancia en el vestir y su rudeza en el tono, no en el lenguaje, tan cuidado como todo en él. Quizá la edad invite a ser más sincero y guardar menos las apariencias que en última instancia son una concesión a la galería, al qué dirán, y esto ya le importa bastante menos o simplemente nada. Sus gafas operan como filtro que lo separan del entorno y a la vez lo comunican con él sin afectarle, lo mira como por encima del hombro. Su mirada, bastante tamizada por los gruesos cristales ahumados de sus gafas, se diría desdeñosa, si es que acaso te mira porque no parece importarle mucho lo que hay a su alrededor, es como si solo existiera él que va paseando su presencia por la calle. Jamás lo he visto volver la vista atrás ni saludar a nadie, él a lo suyo. ¿Su edad? Ya no cumplirá posiblemente los 80. Debió ser bastante apuesto en su juventud y madurez porque aún le queda prestancia. Es delgado y no debe bajar del metro ochenta. Bien peinado, perfectamente afeitado, con un pañuelo sacando el cuello por el bolsillo pequeño de la chaqueta. No me he acercado a él lo suficiente como para afirmarlo pero aseguraría que lleva gemelos en las mangas de la camisa. Cuando pasa a tu lado deja un rastro de perfume que se mantiene en el aire un rato después de alejarse. Aunque lo vea sentarse en un banco del parque como si no tuviera nada que hacer, no es esa la sensación que transmite, al contrario, parece que llena y da consistencia a todo lo que hace, como si se tratara de una persona con el tiempo ajustado, como si acabado el tiempo de leer el periódico, o de tomarse algo en el bar, lo esperara otra faena a continuación que no le permite perder un solo minuto después de acabado lo que lleva entre manos. Posiblemente se ocupe en su casa o dondequiera que viva de analizar el rumbo de la sociedad o del mundo, las relaciones entre países o culturas, porque no es uno solo el periódico que lee, yo le he visto sacar al menos hasta cuatro o cinco periódicos de todas las orientaciones, desde la derecha y el centro hasta la izquierda, incluidas revistas satíricas. Y claro, un señor que tiene el gusto de leer toda esa gama de puntos de vista sobre la realidad próxima y lejana, muy posiblemente está también familiarizado con el mundo de Internet, porque no me lo imagino en su casa en pijama, viendo los bodrios televisivos al uso. Es incluso probable que, como ha ocurrido insospechadamente a veces, bajo la apariencia de este ciudadano elegante y circunspecto, se oculte el autor de alguno de los informes geopolíticos más perspicaces o de alguno de los relatos más exitosos del momento, firmados con seudónimo en otra parte del mundo. Esta posibilidad, que no descarto, explicaría su forma de comportarse y todo lo que rodea su figura, aparentemente bastante enigmática. O, sencillamente, es un señor al que hace tiempo no le preocupa nada, quiere estar perfectamente informado del mundo que lo rodea y le gusta vestir y vivir como si cada uno fuera el último día de su vida.

José Luis Simón Cámara.
San Juan, 22 de abril de 2015