Ni vino ni chocolate.

Como cada equis tiempo, cual sombra solitaria me veo por esos parajes otrora invadidos rodeado de amigos, llego al barrio de Santa Cruz por cualquiera de sus accesos. Me los conozco todos. Si por la serpenteante subida de San Cristóbal hasta la plaza del Carmen, saludo a Manolo, ¡Cómo ha ido engordando con el paso de los años!, muchas veces con su aburrimiento sentado a la puerta de su bar, con el viejo cartel del Ché colgado de la pared junto a algunas botellas de ron o de wisky, casi se confunden de tanto polvo, apenas movidas de su sitio cuando se me ocurre pedirle un chupito con la cerveza, en recuerdo casi siempre de mi amigo Pinki, aficionado a esas mezclas y que últimamente se llega hasta la cantina mexicana “Canalla” donde toma el auténtico mezcal “Alacrán” en Madrid.

Si por la espalda de la Catedral, plaza Quijano arriba, paso a saludar a mi amigo Juan, amante de todos los productos del Caribe, sean humanos, en este caso humanas, o fumables o bebibles, porque allí yo he probado las mejores labores de tabaco de hoja pura elaborado a mano por los viejos tabaqueros de las vegas aquellas por las que el gallego manco los llamaba “vegueros” y he bebido uno de los, dice él, mejores rones de aquellas tierras, el “Santa Isabel”.

La calle Toledo sigue siendo aún columna vertebral de ese viejo barrio en torno al castillo. Allí han surgido y desaparecido tabernas ¡quién no se acuerda del estrecho y siempre lleno bar de Luis con sus quesos! ¡Y del marroquí afincado en su kaasba alicantina! ¡Eran tantos los baretos o tugurios que para qué irlos nombrando!

Ahora suelo encontrar algunos amigos en la Hermandad de Santa Cruz, ahí donde guardan en una vitrina el traje de luces de la alternativa de José Mari Manzanares hijo. Está enfrente del “Mermelada”, otro bar en el que solo falta ya unos años el viejo billar donde solía jugar con mi amigo Paco, reducido a cenizas bajo un árbol en la Carrasqueta. A veces nos encontrábamos allí por negocios con nuestro amigo Juan, ya no lo veo hace tiempo, aquel que como consecuencia de un grave accidente de coche, necesitaba sujetarse el labio inferior con un dedo para que no se le saliera de la boca la cerveza. Cuando hablo de negocios me refiero al pequeño trapicheo de estupefacientes. Nos proporcionaba algo de chocolate y nos invitaba a unos cigarrillos que vaciaba y volvía a rellenar mezclando la hebras con partículas de coca. Todo eso mientras nos entreteníamos jugando al billar para lo que inventamos un sistema consistente en jugar cada uno 5 bolas: del 1 al 5, del 6 al 10 y del 11 al 15, según la primera que metieras. Muchas de las veces que llegábamos lo encontrábamos pegado a su novia, la máquina tragaperras, en la que metía casi todo lo que ganaba. Ya no lo veo hace algún tiempo y cuando pregunto por él rehúyen decirme que cada vez es más ruinoso su estado físico y mental.

¿Para qué acordarme del Quevedo de “Miré los muros de la patria mía / si un día fuertes ya desmoronados…”? Casi todo a mi alrededor es desolación cuando camino por ciertos lugares donde reinaba la alegría de la juventud. Entro finalmente a la Hermandad, calle San Rafael, y allí, como si no pasara el tiempo, amigos y conocidos como Juan, Paco y otros, jugando imperturbables al mus. Montones de cartas sobre la mesa. Sigo sin entender, nunca me han interesado los juegos, tan estáticos, de mesa, y los observo echar una carta tras otra.

Sí, a Paco ya lo han operado del tumor graso y apenas se le nota la cicatriz. Cuando he ido a pagar la cerveza han hecho una señal desde la mesa para que no me cobrara. Se me está acabando el tiempo y el espacio y aún no he hablado del título, pero ¿por qué iba a hacerlo?.

Quizá otro día.

San Juan, 10 de agosto de 2019.
José Luis Simón Cámara.

110 años eran muchos incluso para ella.

Ya nadie se bebe el agua de su vasija si no son los pájaros. Ya nadie sale, si no corriendo por la puerta como en los viejos tiempos, sí renqueante, como si fuera de su casa se encontrara la libertad. Ya no llama la policía a cualquier hora del día o de la noche para decir que la han encontrado por la calle. Ya no merodea por cualquier sitio siempre buscando algo de comida, como si no la tuviera asegurada siempre a su hora. Pero cuántas veces se afiló los dientes en los más sabrosos jamones que, ingenuos, dejábamos a su alcance sobre la mesa. Y ¿por dónde podría entrar si puertas y ventanas estaban cerradas, incluso las persianas bajadas? Tras muchas averiguaciones y rastreos detectivescos descubrimos que era justamente por una ventana con reja de hierro por donde tras un salto felino se introducía en la cocina donde la orgía estaba asegurada. Aunque en los últimos tiempos ya no asaltaba la cocina, ¡cuánto tardamos en averiguar por dónde!, a pesar de que dejábamos abiertos puertas y ventanales Alguna mañana al levantarme, un revuelo de plumas por el patio y más allá un sanguinolento despojo de tórtola, otras veces, las menos, una rata entre las piedras del arriate donde plantas y árboles se disputan el terreno. No fueron pocas las veces que vimos a mi nieto de dos años tumbado a tu lado simulando mamar de tus tetas, cual Rómulo y Remo de la loba.

¡Cómo movías el rabo cuando mi hijo, tantos años fuera de casa, volvía y reconocías su olor al acercarte, como Argos, su anciano perro, reconoció a Ulises disfrazado de pordiosero! Paseando un día por la calle vi clavada en una farola el vivo retrato de una gata de Angora despanzurrada días antes por sus garras en el jardín. ¡Para qué llamar al teléfono con esa noticia! ¡Cuántas veces haciendo mis ejercicios sobre la alfombra, te interponías lamiéndome las orejas o las piernas!

¡Cuántas veces en las cálidas noches de verano, tumbados sobre las hamacas, ibas de mis pies a los de Inma hasta hacerte un ovillo a nuestro lado!

¡Cómo reprenderte cuando mientras comíamos en el jardín, husmeabas hasta los bordes de la mesa los manjares que saboreábamos! Ibas pacientemente dando vueltas alrededor de la mesa por si alguna migaja, por si algún hueso, a pesar de la prohibición, echado por los niños o por mi hija, para eso tan niña como ellos.

¡Cómo me reñía mi nieta cuando creía que iba a pegarle porque ladraba!

Ahora ya, todo eso ha pasado a la historia. Después de 15 años y medio de presencia diaria, era lo primero que nos encontrábamos todos los días al salir al patio, al jardín, a la terraza, hoy ya no estabas.

Ayer, a las 17.55 horas dejabas de respirar. Lo digo así de exactamente porque he estado o cerca o a tu lado en tus últimas horas de vida. A pesar de tu delgadez, a pesar de tus llagas, a pesar de tu edad, bastante longeva para un perro, nunca has dejado de caminar o correr hasta antes de anoche en que no pudiste levantarte para cenar. Tuve que acercarte el pienso y aún devoraste con fruición el yogourt. Pero no podías levantarte. Eso era mal presagio. Ayer te cogí en peso para sacarte de la cabaña y no te has movido un milímetro bajo la buganvilia y el almez. Cuando el sol se te ha echado encima, ya que no podía detenerlo como Josué, he puesto una sombrilla para que no te movieras. Poco a poco, sin ladridos, sin aspavientos, algún leve gemido si acaso, te has ido apagando. Ya no tenías aliento ni para beber agua. Ojos vidriosos, respiración cada vez más lenta y, finalmente, conmigo a tu lado acariciándote la cabeza, has dejado de respirar tras las últimas bocanadas. Ya no se movía tu vientre. Tus orejas estaban yertas. Eran ya muchos años incluso para ella.

San Juan, 17 de agosto de 2019.
José Luis Simón Cámara.

Sueños. 38.

“Puñalá trapera”

Podría ser un sueño pero en la puerta de mi casa encontré dos cajas de botellas de cerveza cuando me desperté. Y las cajas estaban allí. Además me desperté tapado con la sábana y había sentido escalofríos a pesar de que estas noches pasadas hemos sufrido lo que llaman noches tropicales o ecuatorianas porque las altas temperaturas te dificultan o impiden el sueño.

¿Cómo era posible que ella, mi mejor compañera de trabajo de tantos años, mi mejor amiga, algunos incluso pensaban, aunque no era cierto, que amante, por nuestras continuas muestras de cariño, me apuñalara por la espalda?

No, no me estoy refiriendo a la expresión metafórica de recibir una puñalada por la espalda. Era un apuñalamiento real. Con un cuchillo o navaja, no sé exactamente.

Todos sabían que ella me había apuñalado, incluido yo, pero eso no fue obstáculo para que lo hiciera aunque sabíamos que iba a hacerlo.

Y ¿por qué podría haberlo hecho? ¿Por qué lo hizo?

Quizá por celos, por envidia, por….

No consigo explicármelo. Nadie se lo puede explicar.

¡Tan buenas relaciones durante tantos años para acabar con un puñal en la espalda!

¿Celos? ¿De quién y por qué?

Desde el principio de nuestra relación teníamos las cosas muy claras. Muy amigos, pero nada más. Bueno, algún sobo por qué no. Pero ella tenía su marido y yo mi mujer. Y problemas los necesarios, que ya son bastantes como para andar creándose otros estúpidamente.

¿Envidia? ¡Imposible!

Cada cual estaba satisfecho y contento con su vida, con su situación, con sus hijos,…

¿Qué motivo podía haber de envidia?

Tampoco despecho.

¿A qué podría obedecer si nuestro comportamiento mutuo, nuestras ideas políticas, nuestros gustos estéticos en general y literarios en particular eran similares?

Si nuestra generosidad y delicadeza en el trato eran motivo de envidia entre los compañeros…

Si nuestras muestras de cariño hacían sospechar a algunos….

No encuentro explicación posible a aquella puñalada trapera.

No podía creérmelo, pero así era. Un sueño pero real.

Y no quería que pasara desapercibido, no quería que pasara al olvido. Esa fue sin duda la razón de que me despertara de madrugada para, como hice, dejar constancia. Porque, ahora lo veo, era una puñalada anunciada. Yo mismo que, aquella tarde paseando juntos, la sentía a mi espalda, iba notando cómo se acercaba el momento; incluso el tercer amigo del estrecho grupo que formábamos y la seguía se lo susurraba al oído:

— ¿Cuándo si no lo haces ahora?

Pero yo, ciego y sordo a todos los indicios, no acabé de creérmelo hasta que noté la fría hoja de metal introducirse en mi espalda.

Entonces ya era demasiado tarde.

San Juan, 10 de julio de 2019.
José Luis Simón Cámara.a

Gran Trail Aneto-Posets – Benasque (19-Julio-2019)

Sinceramente el sabor que queda es un poco agridulce. Fueron muchas salidas  juntos,  Jota y yo, durante muchas mañanas, tardes y noches, con muchos de vosotros también, para que una ampolla maldita (y algo más) le obligara a quedarse en Benasque tras completar la Vuelta al Aneto. O lo que es lo mismo 55k. A su vez yo hice mi primera ultra de 105k con 6750 d+. Pero como decía Jack El Destripador, vayamos por partes.

Nos presentamos muy temprano para la revisión de material y recogida de dorsales ya que nos juntábamos 3500 corredores en total de todas las carreras (Gran Trail, Vuelta al Aneto, Maratón de las Tucas, Vuelta al Pico Cerler y Vuelta al Molino de Cerler) y no era plan de estar mucho tiempo haciendo el ganso teniendo que correr en unas horas. Cumplido el trámite, nos fuimos a nuestro alojamiento en Sahun, a unos 7 km de Benasque, bien apartado del bullicio. Tras comer  bien y descansar mejor, asistimos a la charla técnica que nos confirmaba la escasa nieve en los neveros, dejando fuera del  material obligatorio los crampones y pantalones de lluvia. Tras cenar y descansar, nos preparamos los bártulos y sobre las 23:00  nos plantamos en Benasque para tomar la  salida a las 00:00.

El ambiente era increíble. Todo el pueblo está en el Paseo de los Tilos, lugar de la salida y llegada de todas las carreras. Pero esa noche solo salíamos los del Gran Trail. Se notaban los nervios y tras entrar en el corralito, las fotos de rigor, nos dimos los abrazos de ánimo necesarios para afrontar la primera de las 2 noches (los cracks se ahorran 1, pero no creo que disfruten del paisaje, jajaja). El speaker anima el cotarro faltando escasos minutos y nos arremolinamos hacia la línea de salida con los nervios de punta…y comienza!!!! El griterío es ensordecedor, todo Benasque está en la calle que nos lleva dirección al primer punto de corte en la Refugio de la Renclusa, a unos 20 km. La gente no deja de animar con cencerros, pitos, aplausos…pelos de punta. Incluso cuando ya vamos unos kilómetros siguiendo la estela de frontales, los situados en el camping Aneto montan otro pollo digno de los Uruk-Hai (léase el mogollón de tíos feos y  escandalosos de El Seños de los Anillos). Ya sorprende que en esos primeros momentos empiezan los abandonos, 4 en los primeros 20k. Nosotros llevamos, recordando los consejos de Gosa y Ángel, un ritmo rumboso y sabrosón que nos permite llegar sin demasiado desgaste al Refugio de Renclusa y avituallarnos bien (3h 20’).

Nos dirigimos al Collado de Salenques en un mar de piedras, de todos los tamaños existentes, que se hacía interminable. La imagen ascendente de los frontales hasta el collado era espectacular. Yo ahora puedo confesar que esa parte me gustó mucho. El ir de roca en roca, me pareció muy divertida, aunque a mi querido Jota se le estaba atragantando tanto pedrusco…cuando uno parecía que había avanzado, surgía otra subida de piedras y más piedras e incluso nieve de los neveros. Así coronamos el collado de Salenques justo para ver amanecer por todo su valle, con ibones incluidos: 6h45’. Ver salir el sol tras aquellas montañas merecía la pena integrar el escuadrón tortuga.  De ahí, una bajada con partes de cuerda y partes de rocas hacia Refugio de Cap Llauset, cresteando por el collado a 2706 metros, que nos regalaban unas vistas inolvidables. Foto por aquí y por allá, faltaría más, viendo el lugar en donde nos encontrábamos. Por allí identificaron el pañuelo de ATOTRAPO y nos dieron recuerdos para Sergio y Abel. Al Refugio de Cap de Llauset llegamos a las 9h03’, escuchando a los voluntarios del siguiente punto a alcanzar, el Collado de Vallibierna (2732mts), que parecían recordarnos  que no nos durmiéramos en los laureles, que ellos estaban allí arriba para saludarnos y por allí había que pasar. Así es que después de avituallarnos bien y recuperar fuerzas, ascendimos al collado (9h54´) para enfilar la penúltima bajada antes de aparecer por Benasque. De nuevo piedras y alguna senda que nos permitía correr un poco. Las vistas del valle por dónde íbamos eran tremendas. En ese tiempo Jota empezó a no sentirse bien, la bajada al Refugio de Pescadores (11h25`) se le estaba haciendo larga, no tenía buenas sensaciones. Aun así, llegamos a tiempo para coger impulso con los voluntarios que allí nos animaban. Ese fue un punto donde llenaron un bus con compañeros/as que se retiraron, y aun les faltaba alguno lesionado que llegamos a cruzarnos mientras descendíamos. Ya “sólo” nos quedaba la subida a la Tuca de Estiba Freda, que con un poco de lluvia (muuuuy escasa) intentó suavizarnos el camino. Para entonces cualquier rio, ibón o charco que teníamos a mano, era como un oasis para nosotros. Meter la cabeza, la gorra o incluso los pies era un lujo.

Dejando atrás el Refugio de Pescadores comenzamos la calurosa y larga subida a Estiba Freda (2694 mts), un paisaje que comenzó entre escasos árboles y algún que otro rio cargado de hierro (no beber-si refrescar) y terminó como un valle lunar que nos indicaba a lo lejos el punto a alcanzar. Aquí creo que con los pies mojados empezó el calvario de Jota, que le hizo una ampolla en su pie  y que estaba por acabar siendo definitiva. Con muchísimo calor, aunque en las fotos de la organización salgamos pintureros, llegamos a la cima (13h03’) a tiempo para cargar agua y comer un poco antes de la larga bajada a Benasque. Recordé beber del porrón de cerveza que los compañeros Ñ de ATRAPO me apuntaron y resultó ser lo más parecido a beber de un análisis de orina…liquido amarillo y caliente, un horror…encontraré al culpable.

Con fuerzas algo renovadas y algún que otro ibuprofeno nos lanzamos a correr por la senda semidesértica que nos introduciría en un bosque largo y con bajadas muy inclinadas. Los consejos de Gosa fueron no cebarnos mucho en esta bajada, porque aún nos quedaban más de 60k y había que ser cautos. Un voluntario nos gritaba que redujésemos el ritmo para guardar cuádriceps, pero bajábamos a buen ritmo sólo alterado por los líderes de la Vuelta al Aneto, que nos pasaban como flechas para terminar su carrera. Tras una senda algo desértica, llegamos a un bosque que se hizo especialmente largo dado el calor y las horas que llevábamos en carrera. Con las fuerzas algo mermadas llegamos al siguiente punto de control, el Camping Aneto (14h40’), para enfilar lo que sería la entrada a Benasque. Allí estaba esperando todo bicho viviente a los ganadores de la Vuelta y a los que seguíamos en carrera del Gran Trail. El paso por meta fue un espectáculo. Los que iban paseando, los que estaban comiendo y todos los presentes gritando para insuflarte las  fuerzas suficientes para no quedarte allí  debajo de un árbol y continuar al pabellón donde nos esperaba la bolsa de vida y un descanso merecido y así afrontar la segunda mitad del paseo pirenaico. La llegada a las 15h11’, tiempo de sobra para pasar por boxes, ducha (solo de piernas), cambiar ropa, recargar mochila y pasar por el botiquín. A Jota tardaron un poco en atenderlo porque había un mochuelo que necesitó la ayuda de 2 goteros por un golpe de calor. Mientras yo ponía en orden todo para salir y leía el cuaderno de Bitácora del grupo Ñ del whatsapp. Muchos consejos, ánimos y alguna que otra risa, lo normal en los seguimientos en vivo. Con el visto bueno de mi gran amigo Jota, y tras el betadine y un compeed, salimos (16h48’) para el siguiente destino en el Molino de Cerler. A poca distancia de la salida Jota comprobó que la ampolla del pie era un auténtico calvario y que no podría correr los 50k restantes. Con toda la pena del mundo decidió retirarse. Está claro que en carrera surgen cosas inesperadas a pesar de haber entrenado todo lo posible. Con un gran abrazo nos despedimos y nos citamos para la vuelta. Su desanimo me sirvió a mí para seguir adelante y terminar, se venía conmigo en la mochila.

Toda la subida suave a Cerler y su bajada, me hizo recordar lo que Ángel me contó. Terminaban la carrera del Maratón de las Tucas y al verme en sentido contrario con el dorsal rojo del Gran Trail, los ánimos y gritos de los que por allí pasaban se hacían constantes. Fue un subidón tras separarme de Jota. Iba junto a un corredor de Caspe, Luis, que al ser de la “zona”, no hacía más que encontrarse conocidos, por lo que decidí coger mi ritmo y esperar que me alcanzase en la subida al Refugio de Ángel Orús.

Llegué al punto de control en Eriste (km.65 18h58’) y tras mi habitual avituallamiento (sándwich de pavo, membrillo, plátano y galleta de chocolate) salí en solitario para Ángel Orús. El goteo de los del Maratón seguía cayendo e incluso algunos que se retiraban del Gran Trail, mientras yo subía por la pista de asfalto hasta alcanzar la senda de montaña.  Me esperaban 1000d+ más los siguientes 900d+ hasta el Collado de la Forqueta. Pasé por la cascada de Espigantosa, espectacular, gracias que aun tenia luz. No fue hasta mitad de subida al refugio cuando empecé a notar la falta de sueño. Para luchar contra ella metía la cabeza en cualquier rio que encontraba e intentaba mantenerme activo, como recordaba de los consejos de Pez. Pero seguía durmiéndome. Ya casi alcanzando el refugio me encontré con un grupo que hablaban menos que los gatos de escayola y que no me sirvieron de mucha ayuda. Ya en el Refugio (21h27’) leí la infinidad de ánimos del grupo, con alguna amenaza de recibir 2 hostias si me retiraba (Gracias David Gil), los mensajes de voz de Pez e incluso la llamada de Ángel, imborrables recuerdos estos. No puedo más que agradecer a todos aquellos mensajes que me supieron a gloria. Sólo me quedaba solucionar lo del sueño, porque ganas y fuerzas tenía todavía. Así es que con un poco de miedo intestinal por cómo me podría sentar un café y viendo que era la única opción, tras 2 sorbos me fui para la Forqueta, mano de santo lo del café. Con la noche ya encima, solo conseguía distinguir las marcas de la organización y algún que otro frontal. A duras penas se distinguían los ibones y cascadas del Forau de la Llardana, aunque tanta agua me serbia para beber y refrescarme de subida. Conseguí alcanzar a un grupo de 3 corredores de Castellón, algo escatológicos por cierto. De esta forma al pasar por el collado de la Forqueta, me lancé para el Refugio de Biados. En la bajada me pude soltar un poco y tras 4 caídas nada dignas, decidí bajar un poco el ritmo,  con lo que también disminuyó el número de accidentes. No había nadie por allí que se descojonase, gracias a dios.

Entre piedras, algo de nieve y muchos saltos, alcancé la entrada a la parte del bosque que me llevaría a Biados. No había ni un alma a varios cientos de metros a la redonda, ni rastro del macizo de Posets, así es que solo me quedaba correr a buen ritmo y rezar que no apareciese ningún oso hasta el refugio. Esta parte estaba un poco menos señalizada y me hizo dudar en algún momento de si había perdido el camino, ya que veía en un punto extraño el lugar donde estaba situado el avituallamiento. Recordé por la charla que ese refugio estaba situado de forma que había que entrar y salir por el mismo punto, aunque esto fue cuando estaba allí sentado ordenando el recorrido mentalmente (25h48’). Habían bastantes participantes recuperando fuerzas y tapados con mantas, pero yo no me entretuve mucho sabiendo que me que restaba la última subida al collado de Estós. Hice el avituallamiento habitual y tras rellenar bidones y descansar unos minutos seguí mi camino, como en el 90% de esta parte, solo.

La subida comenzó muy tranquila. Estaba muy bien de ánimo y de fuerzas, y de sueño ni rastro. Así que como no veía más que lo que me enseñaba el frontal, cogí un buen ritmo que me permitió adelantar a algunos compañeros. No conseguía localizar el alto del collado, con lo que mi único entretenimiento era identificar las balizas, pasar algún rio, esquivar algún insecto nocturno y cruzarme con algún corredor. Alguno de ellos iba algo desorientado y tuve que guiarle para seguir la subida. Fue la parte más complicada para mí. Empezó a soplar un viento bastante frio de cara que me obligo a sacar la  membrana y a abrigarme. De esta forma, con más de 28 horas, se me hizo interminable, pero sabía que era la última subida y que no debía parar. Alcancé el collado de Estós a las 4:13 de la mañana, 28h13’ de carrera. Allí arriba los voluntarios no hacían más que decirme que ya estaba casi en meta, que era bajar hasta el último refugio y dirigirme a Benasque. Aun así esta bajada, curiosamente más corredera, se me hizo algo larga. No serían más de 5km pero el refugio de Estós no aparecía por ningún sitio hasta que lo alcancé a las 29h39’. Unos corredores franceses, ahora no recuerdo si llevaban dorsal, se quedaron allí a dormir. Las voluntarias de este último punto me ofrecieron una manta, que si llego a aceptar allí me habría quedado y un sándwich de pavo XXL que creo que ha hecho que no pueda ni volver a olerlo. A los pocos minutos ya enfilaba tras un compañero los últimos 13k corriendo a buen ritmo. Empezaba a clarear y el frontal pronto no sería necesario.

Con la llegada de la luz y la cobertura avisé a Jota, desperté mejor dicho, de que me encontraba a poco más demedia hora. Ahora podía disfrutar de un poco de bosque y de senda para correr y pasar, por tercera vez, el Camping Aneto (31h03). Ya solo quedaba reunirme con Jota en Benasque, que para sorpreson mío, me esperaba en el puente de entrada. Me recibió con un abrazo enorme y me llevó hasta la meta (31h25’). Creo que estaba tan cansado que ni se me ocurrió pedirle que la cruzara conmigo, así es que aprovecho para pedirte disculpas por no haberlo hecho, querido amigo. No habrían más de 40 personas en meta, pero allí estabas tú para acompañarme en mi primera gran ultra, así es que gracias infinitas.

La verdad es que os he soltado un rollazo importante, pero para el que no la haya hecho, os la aconsejo 100%. Recorrido, ambiente y voluntarios de 10. Y gracias a todos/as:  Ángel, David Amantium, Pez, Carlos, Sergio, Cristian, Elías, Esteban, Pablo, Enri, Victor, Gosa Anika, Borja-Nacho, Jesús Jr, José Pablo, JA Torregrosa…alguno me dejaré en el tintero, seguro.

HASTA LA PRÓXIMA, CANGREJOS Y CANGREJAS

HASTA EL INFINITO….Y MAS ALLÁ

Jaume

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Jaime VETERANO A 31:25:04 121 60

XXXIII Subida al Santuario de Santa María Magdalena – Novelda (3-Agosto-2019)

El hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra, o quizás más.

Hace más de un mes que me apunté a esta prueba y como siempre, la última semana antes de la carrera empiezan las malas sensaciones entrenando. Es normal, el calor y la humedad afectan a nuestro organismo y nos ralentiza. También hacía calor el año pasado y la corrí, me digo!!

Me encamino con mi mujer a Novelda. Vamos con tiempo. Dorsal asignado el 105. Saludo a Ángel Granizo Ponce y a Marivi Lobo. Esta edición nos quedamos sin su reportaje fotográfico, por culpa de una caída tiene el brazo en cabestrillo. Marivi Lobo te deseo una pronta recuperación.

Son las 19:30h, se despliega la pancarta y se realiza la foto grupal.

Tomás Méndez Carrasco (Green Tractor), Juan Miguel y Adrián Rico Cuadrado, Eduardo Quiles Belda, José Gines Alberola Baño, Jesús Jurado Carmona (Presi) y Gerardo

Hecha ya la foto a calentar. Really George? Con la que está cayendo?

Me coloco en la mitad en la salida y noto una ligera brisa. Me alegro pues el año pasado hizo mucho calor. Mi idea era no desgastarme mucho en la subida, llegar con una media de 5’ a 5’ 10” en lo alto del Santuario e intentar bajar mi marca en esta prueba forzando el ritmo en la bajada. Había casi un millar de runners. Son las 20:00h y dan la salida.

Se me disparan las pulsaciones en los tramos inclinados pero recupero en los pequeños descansillos. Llego a la parte más dura con buenas sensaciones y hago cima. Me siento como Perico Delgado, que era mi ídolo de adolescente. Media de 5’ 02”, conseguido el primer propósito!!

Gracias a la gente que anima y nos hecha agua, junto a la ligera brisa no se hizo pesado llegar a lo alto del Santuario.

Hay un fuerte descenso de unos quinientos metros, que aprovecho para hidratarme y bajar pulsaciones. Una vez que recupero el aliento, me lanzo a tumba abierta, con la intención de ir bajando la media que llevaba.en ese momento Hay mucha gente animando y bastantes puntos de hidratación. Entro en el pueblo, mucha más gente que aníma.y voy cada vez más fuerte. Ya estoy en la pista de atletismo y me da por esprintar.

Entro en meta muy satisfecho. Objetivo conseguido. Medalla, sandía y polo de horchata. Lo mejor, eh Tomás!!

2018: Tiempo real: 58’ 49”
2019: Tiempo real: 57’ 37” MMP en esta prueba.

Al año que viene volveremos sin duda. Esta prueba para algunos es la que abre el calendario de la siguiente temporada. Muy buen ambiente, bonito recorrido y muy buena organización.

Old runner never die
Jorge J. Guijarro Rabasco

Enlaces sobre esta prueba

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Jorge Juan G. VETERANOS D 0:57:37 359 34
Tomás M. VETERANOS C 1:00:10 464 63
Juanmi VETERANOS B 1:00:25 480 95
Adrián VETERANOS A 1:04:20 616 108
Edu VETERANOS B 1:06:52 687 138
José Ginés VETERANOS D 1:09:23 757 76
Jesús VETERANOS F 1:10:50 791 22
Gerardo 1:15:00