Imposición de la corona de olivo

El olivo ha sido en la historia de la humanidad:

Símbolo de la paz, recordad a Noé enviando después del diluvio a la paloma que volvió con una rama de olivo en el pico.

Símbolo de fertilidad, las mujeres con dificultad para engendrar dormían bajo su sombra.

Símbolo de fuerza e inmortalidad, porque es capaz de resistir en condiciones extremas de sequía y se renueva desde hace miles de años.

Con aceite de oliva ungían y lubricaban los cuerpos de los atletas y con una rama de olivo coronaban a los vencedores en los juegos olímpicos.

 Esto es la historia y la mitología.

 La realidad es que nuestro amigo Jesús va a cumplir 60 años.

 Pero suele ocurrir a veces que la edad dispara la razón y se lanza al vacío como aquel anciano en la alucinante historia del “Viejo que saltó por la ventana y se largó”.

Porque ya sabéis que uno de sus proyectos para cuando se jubile es nada menos que hacer corriendo, ¡cómo no! Los mil kilómetros que separan Alicante de Santiago de Compostela en una nueva versión del Camino de Santiago.

El traumatólogo que me intervino en la última operación de menisco de mi segunda rodilla, ya solo me quedaría de las extremidades inferiores el péndulo por intervenir, al saber que seguía corriendo me dijo: ”Los corredores tenéis muchas piernas pero muy poca cabeza”.

Esperamos que con la imposición de esta corona, cuyos atributos acabamos de referir, Jesús vaya sentando la cabeza y para ello le exigimos que doble la rodilla para recibir de manos del más anciano de los senadores esta corona que solo se consigue con el lento paso del tiempo.

San Juan, 10 de febrero de 2017.
J.L.S.C.