Stockholm Marathon (30-Mayo-2015)

Mi primera maratón – Estocolmo – Jordi Jimeno

Tras haberme iniciado el año pasado en la media de Madrid y tras una lúdico-festiva media maratón de Puente Genil –podríamos decir mejor “Puente Genial” porque fue un viaje estupendo-, llegó el momento de tomarse las cosas un poco más en serio y afrontar el reto al que, sinceramente, nunca pensé enfrentarme: correr una Maratón. Qué mejor compañía para esta primera aventura que Borja, Manolo, mi hermano Vicente y…¡sorpresa! Ignacio como fichaje de última hora –Manolo no sabía nada-. Así que el viernes por la tarde ya estábamos todos reunidos en Estocolmo, una ciudad a priori asequible para realizar una primera maratón.

IMG_1255He de confesar que el viernes por la noche, aunque costase, no salimos. Lo difícil, por tanto, estaba hecho. A las 00.00 ya estábamos en la cama –cada uno en la suya- y yo soñé con que las suecas que habíamos visto por la tarde estarían animándome por la mañana.

Tras un generoso desayuno compuesto de pastazo, tostadas, frutos secos y café, nos dirigimos al Estadio, lugar donde comenzaría la carrera. Ante la amenaza de lluvia, Ignacio, buen meterólogo pero sin duda mejor persona, me tranquilizó comparándome la climatología sueca con la bilbaína: “Tranquilo Jordi, aquí no llueve, si acaso un poco de txiri-miri”. Decidimos dividirnos en dos grupos: Borja, Vicente y yo por un lado e Ignacio y Manolo por otro. Y comenzó la carrera.

Los primeros 15 km fueron una maravilla. Hacía una temperatura perfecta, íbamos los tres de palique e intentando chocar la mano a todos los niños que nos jaleaban con la palabra “heja”, que debía significar algo así como“venga chavales que lo estáis petando” –al final la acabé odiando, lo reconozco-. En el Km 18 todo cambió. Me di cuenta que estaba corriendo al ritmo de un iron man –Borja- y un maratoniano consagrado –mi hermano Vicente- y la rodilla izquierda se me empezó a cargar. Para colmo el tiempo cambió radicalmente y, aunque Ignacio fuese del mismo Bilbao, el txirimiri se tornó en una lluvia intensa que encharcó las calles de Estocolmo. Más o menos a la altura del Km 21 (lo hicimos en 1h 40min, ojo piojo!) dispensé a Borja para que fuese a su ritmo –no quería frenar su potencial- y Vicente hizo de liebre hasta el final de la carrera. Piano a piano si arriva lontano, pensé, así que, a pesar de los contratiempos físicos y las inclemencias meteorológicas, sabía que si corría con cabeza podía alcanzar la meta.

Pero la cabeza no lo es todo, también el “body” hace lo suyo y tenía que echarle algo para no quedarme a mitad de fuelle. Así que recurrí a los puestos de avituallamiento. Quizás era por gula pero pillé en todos. Pepinillo, plátanos, nueces, barritas energéticas,…sin darme cuenta no sabía si estaba corriendo una maratón o me había ido de tapeo bajo la lluvia por las calles de Estocolmo.

A partir del km 30 llegaron los calambres pero tenía claro que no quería pararme por nada del mundo. Me acordé de las palabras que dijo Chema Martinez en una entrevista hace poco en la prensa: “A partir del Km 30, el muro, no pienses, sólo corre”. Y eso hice. Con la ayuda inestimable de mi hermano intenté controlar la pisada en las subidas y luego descargar las piernas en las bajadas –por cierto, lo de que Estocolmo es llano habría que verlo-. Mi único objetivo era llegar. Ahora no me podía parar a mirar suecas ni a chocar la mano con los niños suecos, de hecho, si alguna se hubiera cruzado en mi camino se la hubiera amputado.

Hacía un frío del carajo, llovía a mares y tenía las manos para rallar parmesano pero daba igual. Por fin estaba entrando al estadio, cantando flamenco y adelantando al personal como si no hubiera mañana. Me sentí como Abel Antón en Barcelona 92. Y así fue, primera maratón completada.

Lo peor, todo hay que decirlo, fueron los momentos posteriores al final de la carrera. Seguía lloviendo a mares y comenzaron los síntomas de hipotermia. No podía ni quitarme el chip, ni cambiarme, ni caminar ni nada y llegar así al apartamento parecía complicado. Aprovechando que estaba más amarillo que los Simpson, sabiamente, fui con mi hermano a la enfermería. Allí unas suecas muy amables me cubrieron en mantas y me dieron agua caliente con azúcar hasta que entré en calor y ya conseguimos volver a casa.

Ahora, frente al ordenador, empiezo a ser consciente de que he superado un reto para el que quizás no estaba bien preparado. Estoy seguro de que, con la ayuda de la familia de Atotrapo, será el primero de muchos.

Un abrazo fuerte a todos

Jordi

También puedes leer la crónica de Naxete en “memorias garcia rato”.

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Borja YOB89 3:23:01 1607 817
Vicente G. YOB87 3:42:30 3720 1756
Jordi G. YOB89 3:42:43 3748 1773
Naxete YOB76 4:16:40
Manolo YOB46 4:16:40 7583 57

Galería de personajes. 5.

El pintor alemán.

Arrastrando los pies y buscando con unos ojos que apenas saben que sirven para ver se va desplazando al ritmo pesado de los paquidermos. Ojos que han sido maestros en la observación de la luz y del color, ojos hábiles plasmando esos colores percibidos en el lienzo, ojos expertos en el secuestro del azul mediterráneo del cielo y el mar. Su figura imponente, titubeante, adquiere un tinte triste, desconcertado. Fuera del cuadro y el pincel se encuentra extraño en el mundo que lo rodea. Hoy, casualmente, he entrado a un bar, no es lo casual que entre o salga de un bar, eso lo hago bastante a menudo, quizá más de una vez al día, quizá más de lo que desearía mi amante esposa, no, lo de casualmente lo digo porque le he enseñado la portada del periódico al dueño del bar. Ahí aparecen dos imágenes, una del escultor suizo Alberto Giacometti, “El hombre que señala”, símbolo de la fragilidad del ser humano según la visión de la filosofía existencialista de entreguerras, y otra del pintor malagueño Picasso, “Las mujeres de Argel”, recreación al modo cubista del famoso cuadro pre-impresionista de Delacroix, pintado a raíz de su viaje como miembro de una misión diplomática francesa a Argel el año 1832, donde tuvo el raro privilegio de visitar un harén que lo dejó impresionado por su color, sensualidad y clasicismo. Parece que exclamó: “¡Qué belleza! Como en época de Homero”. La primera obra, por eso es noticia de primera página, vendida en la galería Christie´s de Nueva York por 126 millones de euros y la segunda por 160. Estos dos artistas ya tuvieron mucho éxito en vida, pero suele ocurrir que autores de obras valiosísimas han muerto en la miseria, como es el caso de Van Gogh. Tras mostrarle las imágenes del periódico, Paco me ha dicho: “Si, muchos de ellos viven en la miseria y mueren en la abundancia, como le ocurrió al pintor alemán afincado en San Juan, Pablo Lau. Su situación económica no era precisamente muy boyante. Un día me dijo: “Si me compras un cuadro, te regalo la decoración de las puertas de los aseos del bar”. Más que por amor a su pintura, de cuyo valor yo no tenía ni tengo aún criterio formado, por ayudarle en su situación económica, le dije que sí. Y en 2001 le compré un paisaje ya por 250.000 pesetas. Ese que está ahí colgado en el comedor. Y me pintó las puertas del aseo para mujeres y para hombres. Una sirena con los pechos al aire y un pirata tuerto con pata de palo y con garfio. En ambos casos con una leyenda en la parte de atrás de la puerta”.

Para mí, que estaba escribiendo un retrato del pintor al que yo solo conocía de vista sin haber cruzado jamás una sola palabra con él, fue toda una sorpresa la valiosa información que me acababa de proporcionar, sin pretenderlo, el dueño del bar. Inmediatamente me fui al salón-comedor del bar y contemplé y fotografié el paisaje al óleo entre cubista y naif. ¡Cuántas veces había bebido y comido en aquel salón sin haber apreciado el cuadro! Enseguida, y sin necesidad fisiológica alguna, más bien estética, fui a los servicios o aseos o toilette o retrete (que ya no sabe uno cómo llamarlos) y volví a contemplar y fotografiar también esas puertas que tantas veces había visitado y en las que, llevado por la urgencia, ni siquiera había reparado. Efectivamente una sirena y un pirata con sendas leyendas en el reverso sobre las relaciones inteligentes entre las parejas para conseguir la difícil felicidad. El azar me había ayudado a completar el retrato del pintor.

San Juan, 15 de mayo de 2015. José Luis Simón Cámara.

Llegar al trabajo a la carrera

  • La bici y el running se imponen para acudir a trabajar de forma sostenible y ahorrar dinero

  • Quienes los practican destacan su bienestar, que evitan atascos y que no tienen que aparcar

2015-06-01 16.16.21


(Noticia publicada en el Diario Información de Alicante de 1 de Junio de 2015)

Galería de personajes. 4.

El tonto del pueblo

Casi siempre que lo veo va haciendo palmas con las manos. De manera escandalosa, como para llamar la atención. Para que se le oiga o más bien para que se le vea. Camina solo y rápido, buscando descaradamente con la mirada la aprobación de los que pasan a su lado. O quizá trata de desviar la atención de su cojera que lo hace tambalearse sin perder nunca el equilibrio. El palmeteo metálico de otros tiempos se ha ido amortiguando a medida que aquellas manos huesudas han ido dando paso a otras más carnosas y rechonchas, como todo su cuerpo, que si antes parecía ir sobrevolando el suelo, ahora lo pisa casi hundiéndose de la envergadura que ha adquirido. Los ojos como si mirara a todas partes sin fijarlos en ninguna. No habla con nadie. Nunca lo he visto quieto en ninguna parte. Siempre de paso, caminando, como si se le acabara el tiempo, como si llegara tarde. No sé a dónde porque cuál podría ser su ocupación. La verdad es que todo son suposiciones. No sé cómo me arriesgo a suponer, imaginar, fantasear cuáles pueden ser las actividades de alguien al que sólo veo pasar de tiempo en tiempo y del que desconozco el nombre, la procedencia, la familia, el trabajo, es decir, de alguien del que desconozco todo y únicamente lo he visto pasar por la calle como cuando veo a alguien en el asiento de un vagón del tren en un viaje de esos a cualquier parte. Alguien al que sé que seguramente no volveré a ver nunca más. Como si se tratara de personas que aún no existían antes de encontrármelas por primera vez o que ya han muerto para mí, porque seguramente ya no volveré a verlas nunca más en la vida. A veces ni siquiera necesito verlo para saber que sigue vivo. Lo oigo a lo lejos, desde mi casa o desde la terraza de un bar y sé que es él. Su forma de palmear es inconfundible. Por tiempos. Intensa. Compulsiva. Descansa unos segundos y vuelve a la carga. Otra vez. Al mismo ritmo que quizá lleva ya grabado en su cerebro. Un ritmo del que no puede librarse y que posiblemente acompasa con el movimiento general de su cuerpo, que le sirve de contrapeso para no perder el equilibrio en esos bamboleos de sus pies cojitrancos con las zapatillas desgastadas por la parte exterior de la planta. ¿Qué pasará por su cabeza? Ese sí que es ya otro mundo. Se puede fantasear o especular o imaginar sobre el aspecto exterior, sobre el comportamiento visible, sobre las dimensiones, los movimientos, los gestos, pero sobre lo que se mueve dentro del cerebro de una persona… Tarea poco menos que imposible, al menos ímproba, en cualquier caso susceptible de todos los errores de cálculo imaginables. Porque si ni siquiera somos capaces de escrutar los movimientos conscientes y menos aún subconscientes de nuestro propio cerebro, ¿cómo podemos pretender aproximarnos y mucho menos adentrarnos en los laberintos del ajeno? Ni dios, y cuando digo dios me refiero a nadie, no a ese ser creado por el hombre a su imagen y semejanza, puede descubrir las ocultas motivaciones de ese órgano que tiene la capacidad de hacernos pasar de la alegría a la tristeza, de la euforia al decaimiento, del máximo abatimiento al mayor alborozo, del más negro pesimismo al más exacerbado entusiasmo. Por todas estas y otras razones, pido desde ya disculpas por el inadecuado y prejuicioso título del presente retrato, aunque lo mantengo como muestra de la incongruencia del llamado lenguaje popular, que no siempre acierta en su análisis de la realidad circundante, muchas veces hijo de la voluble, maliciosa y caprichosa condición humana.

San Juan, 19 de mayo de 2015. José Luis Simón Cámara.

White Peak Marathon – Matlock (UK) (16-Mayo-2015)

Una maratón es una maratón. Se celebre donde se celebre, participe quien participe y gane quien gane. Siempre es lo mismo, unos 180 pasos por minuto si eres rápido y 42.195 m por delante, bueno corrijo, no siempre es igual, a veces la distancia a recorrer se puede convertir en 46.112 yardas o lo que es lo mismo, 26,2 millas.

Alguien habría narrado esta crónica poniéndole un título muy fácil, el cual podría ser “Robin, Marian y Little John” o mejor aun: “tres maratonianos”. Pero lo sencillo suele ser amigo de lo breve y lo breve no siempre es compañero de quien se alimenta de tiempo, acaricia el asfalto con fruición con la planta de sus pies, escucha el crujir de sus huesos y se entretiene contando sus pasos intentando llegar a esos inalcanzables 180, así que cogeremos el camino largo y lo llamaremos de otro modo.

Tres maratonianas.

IMG-20150519-WA0018Nuestro viaje empezó ya entrada largamente la noche del jueves. La cosa pintaba bien para cinco aventureros de andar por casa, cinco personas corrientes que no buscaban protagonismo ni alcanzar retos con que engordar presuntuosamente su ego. Si bien éste finalmente se terminó convirtiendo casi en un ejercicio terapéutico, en un reencuentro o encuentro de cinco personas diferentes pero iguales en su esencia.

Una vez nuestros pies en tierras inglesas y tras un breve sueño reparador nos dispusimos a alquilar un vehículo con que desplazarnos dirección norte a través de la M1, que como una enorme arteria alimenta los ramales que de ella fluyen antes de desangrase en la city, es decir, tráfico denso aunque razonablemente fluido a cincuenta millas por hora hasta la pequeña población de Ecton, en Northamptonshire. Allí aguardaba Maggie, una vieja amiga que se alegró de vernos.

Primera maratoniana.

IMG-20150519-WA0016Maggie Mulvey me acompañó, llevó y auxilió en mi primera maratón, en Benidorm hace ya unos cuantos años. Con ella siempre estaré en deuda. El azar caprichoso me colocó a su izquierda una fresca mañana de otoño y la utilicé en mi torpe vanidad como “pace” como dicen los anglófonos o “práctico” como decimos por aquí y así anduve pegado a ella hasta que un mazazo me dejó fuera de mí. En realidad para mí aquello supuso un suicidio ya que la inglesa corría con letras mayúsculas y terminó su carrera rozando las 3 horas mientras yo acababa pagando mi osadía con un sufrimiento que no conocía hasta entonces. El viernes pasado Maggie, como siempre, se mostró amable, gentil, feliz y generosa, compartimos una comida con ella en un rato breve pero intenso tras el que continuamos nuestro camino. Aunque la he visto varias veces desde aquel afortunado, que no fatídico noviembre, un turbio presentimiento parece barruntarme que ésta sea quizás la última vez que la vea…

Al cabo de un rato largo en camino, por fin llegamos a Wakebridge, paraje donde se hallaba la granja donde nos alojamos, en la cercanía de Matlock, a los pies de White Peak, primer parque nacional del Reino Unido, nombrado allá por los 50, donde al día siguiente disfrutaríamos de lo que nos gusta. Una vez deshechas las maletas, decidimos acercarnos a la zona de meta y recogida de dorsales para así ir a tiro cierto al día siguiente, aunque Pili se quedó recostada con una cefalea de las que hacen afición. Aunque a veces no lo parezca, es humana.

El amanecer del sábado fue fresco aunque soleado, la temperatura agradable para correr y viento nulo. El autobús nos llevó así hasta la partida allá en lo alto donde de un plumazo se esfumó todo lo dicho. Una bajada inesperada de temperatura nos mantuvo ateridos hasta el momento de la salida y a partir de la misma un viento tenaz nos golpeaba furioso habitualmente de costado. Un paisaje inmenso de verdes prados se extendía a nuestros pies. Una inmensidad de océano esmeralda ondeaba a nuestro alrededor hasta donde la vista alcanzaba.

Segunda maratoniana.

IMG-20150519-WA0025Pili es muy fácil de catalogar, es fiable, rápida y resistente, es dura aunque con una estructura castigada que se está siempre a punto gracias a un buen mantenimiento. Tiene un metabolismo interno que engrasa y lubrica cada engranaje de su rodado motor turbo diésel para que jamás se gripe. Nunca está fuera de punto. Es como aquel elegante deportivo clásico que hace girar nuestras cabezas cuando lo vemos pasar, grácil. Pili me pasó como una bala cuando me dolía de la lesión que arrastro y me hallaba lamiendo mis heridas de viejo chacal.

Nuestra amiga volvió a pisar podium mientras Lisardo y yo nos limitamos a grabar otra muesca en nuestras culatas. Otra maratón al saco de los buenos recuerdos.

La tarde del sábado fue de celebración. Pasamos un buen rato compartiendo experiencias mientras refrescábamos bien merecidamente nuestros gaznates.

El domingo era día de asueto y por eso decidimos acercarnos a la ciudad de Nottingham y disfrutar de sus calles y ambiente asombrosamente denso para ser festivo. El castillo de la ciudad bien mereció la visita. El viejo ayuntamiento resultó ser un edificio arquitectónicamente precioso, con una generosa carga de historia de la cual nos empapamos ampliamente gracias a la amabilidad de sus empleados que nos obsequiaron con una improvisada visita guiada. Tras esto nos costó creer que el antaño sheriff de Nottingham fuera tan malo como lo pintan en las películas. De todos modos para cerciorarnos de ello decidimos cotejar datos visitando el bosque de Sherwood, allá donde de aquél se ocultaban Robin Hood y su alegre pandilla.

IMG-20150519-WA0040El bosque de Sherwood es magnífico, sobrecogedor y los robles que lo pueblan enormes cuerpos rugosos que cuesta creer que estén vivas. Miles de años de historia latente nos observaban altivos hasta que por fin caímos rendidos ante la majestuosidad del “the major oak”, un árbol de dimensiones descomunales cuya hueca estructura otrora sirviera quizás de cobijo de bandidos según cuentan las leyendas. Pues bien, deshaciendo ya nuestros pasos nos dispusimos a regresar al cottage a descansar cuando…¡sorpresa mayúscula!, nos encontramos el coche bloqueado entre las barreras cerradas del parking. Mi sospecha era cierta, ni el sheriff de Nottingham era tan malo como dicen ni los ladrones buenos eran tan generosos como nos cuentan. Los muy bandidos, ataviados en el siglo XXI con trajes reflectantes en lugar de las túnicas y capuchas que usaran antaño no nos advirtieron del cierre inminente del aparcamiento a nuestra llegada y eso es jugar sucio. Pues bien, os diré, ¡que les den!, ¡aun se estarán rascando la coronilla perplejos preguntándose cómo demonios sacamos el coche de allí! ¡Si en su día Felipe II hubiera mandado una flota de maratonianos en lugar de marineros habríamos podido hasta con los elementos!

Último día. Para terminar, el lunes era el día de vuelta, pero antes teníamos que ir a recoger el premio de Pili a una tienda de running en Spondon, Derby, ya que esa fue su presea, un vale de cincuenta libras que generosamente compartió con nosotros.

Tercera maratoniana.

La tienda es de lo más singular, está toda forrada de dorsales de maratones de todo el mundo. Autógrafos de atletas ilustres de todos los tiempos tapizan sus paredes, fotos, imágenes inéditas, objetos irremplazables y auténticos fetiches por los que muchos pagarían bastante adornaban la estancia. radcliffePero entre todos esos artículos destacaba uno, una zapatilla con la que Paula Radcliffe batió uno de sus récords del mundo de maratón. Tenerla en nuestras manos fue como conectarse a una bomba de energía, fue como inyectarse un chute de uranio enriquecido directamente en las femorales o sumergir la cabeza en la marmita de Panoramix. La carita de Pili pareció iluminarse brevemente mientras sostenía la zapatilla y aunque no se lo dije a nadie pude ver nítidamente como un aura la envolvió para fundirse lentamente con su cuerpo.

Hoy en casa, días después, tengo la absoluta certeza de que a partir de ahora las tres maratonianas que más he admirado se han transformado en una sola. A la primera quizás no vuelva a verla, con la tercera jamás llegaré a hablar siquiera, eso está claro, pero si algo me enorgullece es saber que a la segunda la tengo ahí, a un tiro de piedra y eso es mucho más que de sobra.

Tras ese momento casi mágico lo que queda por contar casi no tiene interés si por interesante se cuenta lo sucedido. Bueno, quizás quede decir que para rematar el viaje visitamos Oxford por unas horas y que sí, es una ciudad mágica, impresionante. Habrá que volver con más tiempo quizás. Ahora sólo me queda reiterar mi agradecimiento a Pili, Margarita, Maricarmen y Lisardo por haberme dado tanto.

La carrera.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAWhite Peak Marathon es una carrera un tanto atípica que se desarrolla casi en su totalidad en el parque nacional de los picos, una isla forestal en plena campiña inglesa y siguiendo el trazado de una antigua vía férrea de suelo de tierra firmemente compactada. Una preciosidad. La salida fue a las 11:10 h. ya que nos advirtieron que una barcaza debía cruzar el canal y eso provocaría un retraso de diez minutos. Con puntualidad inglesa partimos simultáneamente con la media maratón que también se celebraba desde otro punto, en un suave ascenso hasta el km. 10 más o menos y acompañados por un viento de los que te hacen mucho daño. Desde allí en leves llaneos-subidas-bajadas casi imperceptibles nos acercamos al 30 aproximadamente donde el descenso nos llevó a Comford Mills donde, en el campo de su equipo de rugby estaba la meta. Allí, en el club social, rodeado de prados con centenares de ovejas pastando y un partido de cricket en sus aledaños, de los que la gente juega por esos lares, es lo que tiene ir a sitios donde no te hacen el teatro que suele hacerse a los guiris.

Se trata esta de una maratón de “andar por casa”, de las de “yo me lo guiso y yo me lo como” con ese toque rancio y popular y mucho encanto pero con muchas carencias si la saboreamos desde nuestros ojos acostumbrados a comer con cubiertos de plata.

Lo mejor, sin duda, la compañía.

Julián

Enlaces sobre esta prueba

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Pili LV 40 3:20:14 20 2
Julián MV 40 3:55:33 81 25
Lisardo MV 50 4:12:20 108 19