Las hijas de Perseo (13-Agosto-2020)

Las Perseidas son, sin duda, la referencia astronómica del verano, todo un reclamo para trasnochar una noche (o varias) y volver a mirar al cielo. Eso que, en las grandes ciudades, sólo lo hacemos para saber si hay que coger o no el paraguas.

Y es que para mirar las estrellas —más aún si son fugaces— hay que huir de la contaminación lumínica de las ciudades. Cuanto menos luz, mejor. Y cuanto más elevado sea el lugar, mucho mejor, porque el aire es más limpio. Un lugar como ese, en plena comarca de l’Alacantí, sólo tiene un nombre: la cima del Cabeçó d’Or.

La primera vez que subí al Cabeçó también lo hice de noche, antes del amanecer. Han pasado nueve años desde entonces, pero parece que fue ayer. Tuvimos el Cabeçó para nosotros solos.

En esta ocasión también coincidí con nuestro presi, Jesús, que elegió el mejor día para el avistamiento: el jueves, 13 de agosto. Sí, porque el martes cayeron chuzos de punta; y el miércoles, que la tele anunciaba como «mejor día de observación», el Cabeçó anocheció cubierto de nubes. El jueves, sin embargo, fue perfecto: totalmente despejado, con la temperatura perfecta y una ligera brisa. La luna, en cuarto menguante, no saldría hasta bien pasadas las 2 de la madrugada, así que tendríamos tiempo suficiente para contar estrellas.

A la llamada, tanto en el punto de encuentro, como en el aparcamiento del Cabeçó, acudimos un selecto y animado grupo. Las primeras conversaciones las dedicamos, como siempre hacemos, a interesarnos por quienes no han podido venir, especialmente por los que habían tenido que pasar por el taller recientemente (¡mucho ánimo, Juan Enrique!… esperamos que te gustara la sorpresa que te preparamos el domingo).

Desde el inicio de la marcha anticipábamos el momento de llegar a la cumbre y degustar el bocata que cada uno se había preparado preparado. No habíamos cenado, y las botellas de cerveza, tintineando en la mochila de María, no hacían sino despertar el apetito y las ganas de llegar.

Pero parece que algunos tenían más hambre que otros 😀 porque, al poco de iniciar el sendero, Pablo y yo nos quedamos rezagados a la cola del grupo. Para evitarlo, Jesús, que conoce esta montaña como la palma de su mano, se quedó con nosotros y nos guió hasta la cumbre, dándonos instrucciones sobre la forma de caminar por montaña —«pasitos cortos, poco a poco, sin perder la concentración»— y señalándonos los pasos comprometidos del sendero.

5 kms exactos y algo más de 700 mts de desnivel después llegamos a la cima.

El Cabeçó d’Or tiene un significado especial para el grupo. Aquí es donde nos reunimos para celebrar el final de año (la bienvenida al año nuevo se celebra con «la bañá»). Jesús aprovecha para contarnos que este lazo se ha hecho aún más fuerte. A To Trapo ha restaurado la base del punto geodésico que marca la cumbre. Muchos ayudaron a subir, piedra a piedra, los materiales necesarios, y el padre de Christian, como maestro de obra, acometió la tarea. Da gusto ver cómo ha quedado.

Muchos de la partida tenían prisa por volver a bajar. Había que atender a la familia y madrugar para ir trabajar a la mañana siguiente. Pablo, Jesús y yo, sin embargo, no teníamos ninguna prisa (ventajas de estar de vacaciones y/o jubilado) por lo que nos dedicamos a buscar Perseidas.

Las Perseidas son restos del cometa Swift-Tuttle que, al entrar en la atmósfera de la tierra, se funden, produciendo la imagen de estrellas que cruzan el cielo. A pesar de que el cometa sólo se acerca a la Tierra una vez cada 135 años, la lluvia de las Perseidas sucede anualmente cuando la Tierra se cruza en el sendero del cometa.

Había que buscar un buen lugar para observarlas y Jesús lo conocía. A escasos 20 metros del punto geodésico de la cumbre, hay una pequeña explanada, libre de piedras. Allí extendimos las esterillas de la playa, colocamos las toallas como almohadas y nos tumbamos, bien abrigados, para mirar el cielo.

El punto radiante de las Perseidas se ubica en la constelación de Perseo (de ahí el título de esta entrada, «Las hijas de Perseo»). Aunque no es necesario buscar el punto radiante para ver más estrellas fugaces (se ven por todo el cielo), Pablo nos enseñó dónde se encontraba Perseo con ayuda de una app astronómica del móvil en la que colabora la Agencia Espacial Europea (desde aquí podéis descargar la aplicación Star Walk 2).

Perdí la cuenta de cuántas vimos. Algunas fueron espectaculares. Sin embargo, me quedo con el comentario de Jesús, de que «nunca antes había visto el cielo tan cerca».

Visita a Juan Enrique (16-Agosto-2020)

Cinco semanas ya desde el pasado 11 de julio y los días pasan lentos, muy lentos.

Muchos no sabréis cuanto me rompí en el accidente de bici, pues por resumir, fueron la clavícula, cuatro costillas por un par de sitios cada una afectando al pulmón, teniendo que hacerme un neumotórax en el pulmón izquierdo. Aparte de pequeños corolarios como la trombosis de las venas del brazo inmovilizado que me ha supuesto tener que tomar anticoagulantes y pincharme heparina desde mediados de Julio.

Básicamente una recuperación de entre 6 y 12 semanas en la que se pone a prueba la paciencia de cualquiera. Ya que, al principio, con el dolor ni te lo planteas, lo de tener vida normal, pero con el paso de los días, una vez remite el mismo, los nerviositos estamos que nos subimos por las paredes.

Dicen que no hay mal que por bien no venga y yo estoy intentando positivizar desde el principio cada día. He podido retomar la lectura que con la rutina abandono casi por completo y poner el orden mi pequeña oficina, que no es tarea baladí. También pensé que el teletrabajo en mi caso no era posible y ciertamente, no es lo mismo que estar en las trincheras, pero sí es cierto que he descubierto que la empresa continúa funcionando aun sin estar tan presente gracias a las buenas personas que me rodean también en el trabajo.

Antes de las 9, un domingo, al timbre sólo llaman los testigos de Jehová, o…. mis amigos de A TO TRAPO para sorprenderme y dejarme sin palabras y sin saber cómo reaccionar. La verdad es que sois muy grandes. Me alegra infinitamente que entrenéis para luego no ir “tan sólo”. Los que habéis venido y los que no y por diversas causas no habéis podido, que también sois muchos y muchas sois increíbles. Me siento muy agradecido a la par que orgulloso de pertenecer a este maravilloso grupo de trotadores y soñadores de la montaña y el asfalto.

Espero que mis huesos espabilen, desde luego hoy me habéis dejado una dosis de “ánimo cálcico” en la sangre por la vía rápida. En breve podéis contar conmigo para tapar el sol, cortar el viento, marcar ritmos y otros menesteres.

No me alargo más, sin perder la ocasión de dar mi más sincero pésame a Josemi, Rosa, Roberto, Mari Paz, familia y amigos de Eduardo, fallecido ayer en el pirineo aragonés.

Salud y kilómetros

Juan Enrique

Desde el más allá. 9.

IX

“Si tú quieres ver a Utnapishtim deberás subir ahora en el barco y te haré saltar las Aguas de la Muerte para acercarte. Los dos se sentaron y Urshanabi le planteó las mismas preguntas de Siduri, la tabernera. ¿Por qué tus mejillas están demacradas? Gilgamesh le respondió lo mismo que a ella: Lo que ha ocurrido a mi amigo Enkidu me obsesiona. Urshanabi dijo a Gilgamesh: Blande el hacha con la mano, desciende al bosque para cortar 120 pértigas, descortézalas y tráelas a la barca. Hecho esto, Gilgamesh y Urshanabi embarcaron y, haciendo zarpar la barca se pusieron de viaje. La distancia de un mes y medio fue recorrida en tres días. Es así como Urshanabi alcanzó las Aguas de la Muerte. Y dijo a Gilgamesh: ¡Cuidado! Toma la primera pértiga; tus manos no deben tocar las Aguas de la Muerte. Y otra y otra. Al llegar a las 120, Gilgamesh había agotado todas las pértigas. Entonces desató su cinturón para desnudarse, se quitó sus vestidos para desplegarlos como una vela y con sus manos los elevó sobre el palo. Utnapishtim lo vio desde lejos y hablando para él se decía estas palabras en su interior, se hacía estas reflexiones: ¿Por qué un extraño al barco está embarcado en él? El que viene hacia mí no es un hombre mío. Por más que mire no lo reconozco.”

(Ahora hay unos versos perdidos en los que se contarían los detalles del encuentro entre Gilgamesh y Utnapishtim. Sí se conserva la respuesta de Gilgamesh a las preguntas de Utnapishtim, que coinciden con las que ya dio a la tabernera y a Urshanabi.)

“¿Cómo no va a estar dolido mi corazón y mis rasgos demudados? Y bien, me dije, quiero ir a ver a aquel que llaman “El Lejano”. He recorrido el país en todas direcciones; he franqueado las más inaccesibles montañas y he atravesado todos los mares. Mi cara aún no ha sido saciada por el dulce sueño y me he agotado a fuerza de errar; la angustia ha invadido mis músculos y ¿qué he ganado con tantas fatigas? Aún antes de llegar a la morada de la tabernera, mis vestidos estaban andrajosos. Maté osos, leones, tigres, leopardos, gansos, íbices, la manada de la estepa, comí su carne y desollé sus pieles. ¡Si se pudiera cerrar la puerta a la angustia, si se la pudiese obturar con asfalto y betún! Pero el destino no me ha proporcionado alegrías, él me ha destrozado, ¡qué desgraciado soy!

Utnapishtim respondió a Gilgamesh: ¿Por qué, Gilgamesh, quieres prolongar tu angustia, tú, a quien los dioses han hecho de carne divina y humana? ¿Por qué te comportas como un necio? Cuando los dioses crearon la humanidad fue la muerte lo que le asignaron; ellos se reservaron la Vida. En tu vagabundear sin cesar ¿qué has obtenido? En tu erar te has agotado a ti mismo, has llenado tus músculos de cansancio, has hecho acercar el final de tus días lejanos. La humanidad debe ser cortada como una caña de cañaveral. El hermoso joven, la hermosa muchacha son arrebatados por la muerte. ¡No, nadie puede ver la cara de la muerte ni oír su voz. La muerte, segadora de la humanidad, es cruel. ¿Construimos casas para siempre? ¿Sellamos nuestros contratos para siempre? ¿Comparten los hermanos sus herencias para siempre? ¿Perdura el odio en la tierra para siempre? ¿Aporta el río su crecida para siempre? Los zapateros que se deslizan por el río, apenas sus rostros ven la cara del sol cuando de pronto, ¡nada de nada!.

El que duerme y el muerto cuánto se asemejan el uno al otro. Desde que me bendijeron los dioses, no han bendecido a nadie más. Ellos nos han impuesto tanto la muerte como la vida, pero ellos no nos revelan el día de la muerte.”

 

— Cómo me recuerda Gilgamesh a mí misma. Incansable en su búsqueda de la vida eterna recorre caminos llenos de dificultades, vence obstáculos e, incrédulo ante las recomendaciones de unos y de otros, insiste en su propósito aunque traten de desengañarlo sucesivamente todos: los hombres—escorpión, Siduri la tabernera, Urshanabi el barquero y el propio Utnapishtim, el único que lo ha conseguido excepcionalmente. Cómo me recuerda mi búsqueda inútil de estos últimos años, de unos a otros doctores, no ya en busca de la vida eterna, conocedora como soy de mi destino, sino en un intento de prolongar un poco más ésta que disfrutamos y sufrimos. Sobre todo y ya en estos últimos tiempos, por mantenerme un poco más con mis hijos, también por supuesto con mis amigos, con todos vosotros, con los que las circunstancias me han impedido, no ya abrazarnos y besarnos sino ni siquiera vernos. Si bien es verdad que yo ya prefería que me recordarais, si no como en los buenos tiempos, aquellos en que libres de achaques aún gozábamos de una prolongada juventud, sí al menos como cuando tenía todas mis facultades. Sólo vosotros habéis podido verme a mí allí tumbada. Si os dijera que me acordaba de aquel epitafio escrito por Grucho Marx para su tumba, “perdonen que no me levante”…pero no estamos para bromas. Aunque ¿ por qué no?. ¿No nos va a servir de nada tanto estudiar en nuestras clases con los alumnos “las danzas de la muerte”, imaginadas por cada uno de una manera, con capa, con guadaña, solo calavera, que siempre llegaba en el momento más inoportuna, sobre todo para los ricos, para los poderosos que no sabían qué hacer con todo el dinero, palacios y riquezas acumulados durante toda su vida. Porque los pobres, los desafortunados, no siempre, pero a veces, la llamaban con insistencia para que los librara de sus muchos sufrimientos. A sus llamadas parecía sorda. Pues sí, aunque malditas las ganas que tengo de reírme, no me vendría mal un poco de risa en medio de este no sentir nada, en medio de este aburrimiento, en medio de este tedio. Quizá cuando Baudelaire tituló su libro “Spleen” se refería a esa sensación de desesperación y aburrimiento romántica o posromántica o simbolista. Tampoco era tan lineal eso de la sucesión de movimientos literarios, que si realismo, que si romanticismo, que si cubismo, en última instancia todo se limitaba a mostrar con unas u otras palabras los sentimientos, los estados de ánimo de los humanos. Lo que desde hace ya tanto tiempo manifestaba Gilgamesh y hacemos todos los humanos, lo escribamos o no. Algunos, como tú, lo escribís, lo expresáis, incluso lo comunicáis a los amigos o al público lector; otros, como yo, lo mantenemos reservado. Pero todo el mundo, de una u otra manera, lo experimenta, lo siente, lo sufre, lo goza.

¿Por qué razón, me pregunto, no habrá sido dada a conocer lo suficiente esta hermosa y antiquísima historia? ¿Habrá influido el prurito de antigüedad de la Biblia, en esta sociedad judeo-cristiana occidental? No me sorprendería porque supone reconocer que ya había otros dioses anteriores al de los judíos y otros profetas y otros escritores que contaron miles de años antes historias tan sorprendentes como el diluvio y el origen del hombre hecho de arcilla, como Enkidu.

San Juan, ya Agosto de 2020.
José Luis Simón Cámara.

Desde el más allá. 8.

VIII

TABLILLA IX

“Gilgamesh llora por causa de su amigo Enkidu; llorando amargamente vaga por la estepa. ¿Debo morir yo también? ¿No seré semejante a Enkidu? La angustia ha entrado en mis entrañas, el temor por la muerte me hace vagar por la estepa. Para encontrar a Utnapistin he emprendido el camino y marcho sin perder tiempo; he alcanzado por la noche los desfiladeros de las montañas. El nombre de estas montañas es Mashu. Cuando llegó a las montañas Mashu, unos hombres—escorpión estaban guardando la entrada, tan terroríficos y pavorosos eran que su sola vista acarreaba la muerte. Estaban para guardar a Shamash en su amanecer y en su ocaso. Al verlos tan pavorosos y terroríficos, Gilgamesh se cubrió el rostro, después, recuperado su coraje, marchó hacia ellos. Entonces el hombre-escorpión dirigió estas palabras a Gilgamesh: ¿Quién eres tú que has hecho tan largo viaje? ¿Por qué has vagabundeado hasta llegar ante nosotros, después de haber atravesado montañas tan difíciles de franquear? Quiero conocer el propósito de tu viaje. Gilgamesh dijo al hombre-escorpión: Si he hecho tan largo viaje es para ver a Utnapistin, que pudo asistir a un consejo de los dioses y allí logró el don de la Vida. Quiero preguntarle sobre la muerte y sobre la Vida. El hombre-escorpión respondió: Nadie ha podido hacer nunca ese recorrido, nadie todavía, ha atravesado los valles de estas montañas. Con la angustia en mis entrañas, dijo Gilgamesh, he caminado hasta aquí; a causa del frío y del calor mi rostro está curtido, con fatigas y gemidos he hecho este viaje tan largo; pero ahora tú ves que me hallo al límite de mis fuerzas. El hombre-escorpión le dijo: Ve, Gilgamesh, recupera tu coraje, no temas. ¡Que las montañas Mashu, tan alejadas y difíciles de atravesar, puedan acogerte sano y salvo! Gilgamesh, habiendo oído estas palabras, se alegró. Al cabo de una y muchas dobles leguas la oscuridad era profunda, no había luz. Al cabo de nueve dobles leguas de haber andado, notó el viento del norte, el cual, con su soplo le rozó su cara. Al cabo de once dobles leguas de haber andado, la aurora apuntaba. Al cabo de doce dobles leguas vio resplandecer la luz. Ante él apareció el jardín de los dioses.”

— Curioso, amigo, cómo en muchas culturas se habla del Cielo, del Jardín, del Olimpo, donde los diferentes dioses viven la vida eterna y ven allá abajo a los mortales, ansiosos, en muchos casos, de poseerla como Gilgamesh, e infelices porque saben que no está a su alcance. ¿Y cuándo, en ese largo viaje, lleno de dificultades y sobresaltos, llega a una especie de venta que me recordaba aquellas que aparecen en el Quijote, donde se reunían a contar y leer historias de enamorados junto al fuego?

— Parece que lo has olido porque ese episodio ocurre justamente en la siguiente tablilla. En la diez. Es un jarro de agua fría para Gilgamesh que anda en busca de objetivos inalcanzables, como la vida eterna. La tabernera de turno le hace mirar al suelo y olvidar el cielo. Al menos lo intenta.

TABLILLA X

“Cuando se hizo de día, el divino Gilgamesh va caminando, aquí y allí. Cuando llegó al mar, Siduri, la tabernera, que habita en la orilla del mar, estaba allí, sentada sobre un trono; le habían hecho una cuba y una prensa de oro (para la cerveza); iba cubierta con un velo. Gilgamesh, después de haber vacilado, se dirigió hacia ella. La tabernera lo vio desde lejos y se hacía estas reflexiones: Tal vez ese que viene puede ser un asesino, ¿adónde va por este camino? Al ver que se acercaba la tabernera cerró la puerta y aseguró el cerrojo. Pero Gilgamesh, poniendo atención al ruido, levantó el mentón y fijó en ella su mirada y le dijo: Tabernera, ¿qué has visto para que me hayas cerrado la puerta? Voy a demoler la puerta y romper la cerradura. La tabernera se dirigió a él y le dijo: (¿Quién eres tú?).

Soy Gilgamesh, que venció y mató al Toro Celeste, abatió a Khumbaba, el guardián del Bosque y he matado leones en los desfiladeros de las montañas. La tabernera le respondió: Si tú eres Gilgamesh, que hizo todas esas hazañas, ¿por qué tus mejillas están demacradas, tu rostro abatido, tu corazón dolido y tus rasgos demudados? ¿Por qué la angustia ha entrado en tus entrañas? ¿Por qué, afrontando las ráfagas de viento, andas vagabundeando por la estepa? Y Gilgamesh le respondió: Tabernera,, si estoy así como dices, es por miedo a la muerte. Lo que ha ocurrido a mi amigo me obsesiona. ¿Cómo callarme? Enkidu, mi amigo, al que yo amaba, ahora es como el barro. ¿No iré, como él, a acostarme para no levantarme nunca más? Mi amigo Enkidu, al que yo amaba entrañablemente, se ha ido al destino del hombre. He llorado por días y noches, no permití que se le enterrase –para ver si mi amigo se levantaba ante mis lamentos—durante siete días y siete noches hasta que los gusanos cayeron de su nariz. Desde que partió yo he buscado en vano la Vida, no ceso de errar como un bandido a través de la estepa. Ahora, tabernera, que he visto tu rostro, ojalá pueda evitar la muerte que constantemente temo.

La tabernera le respondió: Gilgamesh, ¿por qué vagas de un lado para otro? La Vida que persigues no la encontrarás jamás. Cuando los dioses crearon la humanidad, le asignaron la muerte, pero ellos guardaron entre sus manos la Vida. En cuanto a ti, Gilgamesh, llena tu vientre, vive alegre día y noche, que tus vestidos sean inmaculados, lávate la cabeza, báñate, atiende al niño que te tome de la mano, deleita a tu mujer, abrazada contra ti. Ésa es la única perspectiva de la humanidad.

Gilgamesh le respondió: ¿Por qué, tabernera, me hablas así? Puesto que habitas en la orilla del mar, tú conoces el interior de todos los secretos. Muéstrame el camino, ponme en la ruta. Si es posible atravesaré el mar. La tabernera le dijo: Nunca nadie ha atravesado este mar, como quieres hacerlo tú. Y le dijo Gilgamesh: ¿Sabes, tabernera, cuál es el camino para ir hacia Utnapishtim? Y le respondió la tabernera: Nunca, Gilgamesh, ha existido tal proyecto; nadie desde los tiempos más antiguos ha atravesado el mar. La travesía es penosa, muy difícil su recorrido, pues en su curso las Aguas de la Muerte bloquean su paso. ¿Cómo podrías atravesar el mar? Una vez llegado a las Aguas de la Muerte, ¿qué harías? Sin embargo existe Urshanabi, el barquero de Utnapishtim. Ve y que te vea tu cara. Si es posible efectúa la travesía, si no, retrocede. Gilgamesh, habiendo oído estas palabras, blandió el hacha en su mano, desenvainó el puñal de su cintura y, furtivamente, descendió para encontrarlos. Como una flecha cayó en medio de ellos, el ruido que hizo retumbó en el seno del bosque. Urshanabi, cuando vio brillar el puñal y oyó el ruido del hacha, tembló ante él. Gilgamesh arremetió y le golpeó la cabeza, le agarró de su mano y le puso el pie sobre el pecho. Urshanabi lo miró a los ojos y le dijo: ¿Quién eres tú? Dime tu nombre. Yo soy Urshanabi, el hombre de Utnapishtim, el Lejano. Gilgamesh le contestó: Yo me llamo Gilgamesh, he venido de Uruk, he atravesado las montañas por el larguísimo camino hacia la salida del sol. Ahora que he visto tu rostro, hazme encontrar a Utnapishtim, el Lejano.”

San Juan, Julio aún de 2020.
José Luis Simón Cámara.

Tucityrun 2020 (26-julio-2020)

Despues de 4 meses sin volver a sentir el calor y el gusanillo de la competición, volvíamos de una manera “informal”, a darle a las zapas. Una iniciativa impulsada por el Club Atlético Montemar, no podia faltar a la cita A To Trapo.

Se trataba de la 1°edición de Tucityrun. Una carrera diferente a la vez que peculiar, donde cada corredor corría en cualquier lugar y como quisiera en las modalidades de 5 y 10k. Dado que este maldito virus (al que venceremos todos juntos) nos permitiera manteniendo las medidas de seguridad y sanitarias permitidas y recomendadas.

Se movió por redes sociales que todo aquel que quisiera se uniera al circuito realizado por el Club Montemar en la Playa de San juan.

Jesus Jurado y un servidor quedamos sobre las 7:30 y nos unimos a la causa, donde Arancha (bellea) y Anahappy (Ana Martinez) ya habían hecho sus respectivas carreras y nos allanaron el terreno.

Despues de una intensa y concentrada conversación entre Jesús y yo de como planteríamos la carrera, lo único era que antes de las 2 teníamos que estar en casa. Los primeros 9 km los hicimos a “4 quinse” y el último a “8 quinse” para llegar a meta a la hora más o menos a la hora acordada.

Al llegar a meta nos esperaba un pequeño avituallamiento el la sede de Montemar. Cabe resaltar el cortador profesional de jamón para la ocasión.

Gracias al Club Montemar por la acogida y como no al presi, siempre un placer correr a su lado. Mucha fuerza y ánimo a Juan Enrique y Víctor y una muy buena recuperación.

Saludos……..TIKI

Posdata: Lo de los tiempos no es del todo real…jaja.