Fuera de la iglesia no hay salvación

Esa ha sido durante siglos en la historia y durante años en la breve vida del ser humano la incontestable consigna de todas las iglesias o eclesias o asambleas, inicialmente de guerreros, o del pueblo o de fieles o políticas. En todas ellas el mismo común denominador, aquel que disiente o se desvía es heterodoxo o hereje o traidor o espía, merecedor de la exclusión, el ostracismo, el anatema, el castigo, la tortura, la prisión o la muerte. Así desde siempre. Así ahora. Con unos pequeños oasis, justamente donde no hay palmeras ni desierto, porque paradójicamente es en estos lugares donde se instala ahora el más cerril integrismo que no se anda con retóricas de herejía o traición sino que directamente va con la navaja al cuello antes de preguntar. Me refiero a los oasis de tolerancia en algunas partes de Occidente, y cuando digo tolerancia no es porque se trate del paraíso sino porque aquí aún no cortan la cabeza aunque a veces el afectado no sepa dónde ponerla. Como decía, en esos oasis de Occidente, cada vez más infiltrado por virus de toda índole, sea el ébola o la yihad o la xenofobia o la homofobia o..… No sé si el futuro enterrará a Coco Chanel y Armani porque los nuevos diseños parecen más bien trajes espaciales incluso para andar por casa. Tal es la contaminación generalizada de tipo biológico, aéreo, ideológico, religioso, político. Estoy empezando a pensar ya que dentro de la iglesia no hay salvación porque ninguna de ellas pone por encima de todo a la persona que, bajo uno u otro pretexto, siempre acaba pisoteada. Porque incluso fuera de las iglesias, en lo que podríamos llamar la sociedad laica o civil o cínica, parámetros como la verdad o la justicia o la libertad son ya tan irrisibles cuando las personas que encarnan las más altas dignidades y los más respetables valores morales y éticos los burlan, que estoy llegando a la conclusión de que quizá solo pueda salvarse de la quema la amistad. Quizá uno de los pocos valores no canjeables por dinero. Aunque Celestina decía “sobre dinero no hay amistad” también podemos decir que la amistad es ajena al dinero, son algo así como el agua y el aceite, se repelen, no quieren establecer relación o contacto, hay como un pacto secreto, de silencio, para evitar pedir dinero a los amigos, quizá porque se sabe aprendido genéticamente, que el dinero pone en peligro la amistad, y uno prefiere perder sus bienes y su hacienda antes que perder al amigo. Aquellos, perdidos, se pueden recuperar, pero la amistad es algo tan delicado, algo tan frágil, que quizá, perdida, ya no pueda recuperarse. Y ¿qué le queda a uno en la vida si pierde los amigos vivos?, porque los muertos, eso es otra cuestión, eso ya no tiene solución y al menos queda el recuerdo que nos hace sonreír en medio de la tristeza. Porque pasear solitario entre la multitud, tomarse una copa solo en la barra de un bar, sentarse en una terraza a ver pasar la gente hablando y bromeando y sonriendo o riendo a carcajadas mientras tú, inevitablemente te sientes solo, como estás, aunque una atractiva joven parezca fijarse en tu enigmática e intrigante soledad, puede ser una sensación muy hamletiana, puede ser una sensación muy literaria, pero no deja de ser una triste realidad porque el placer, la nostalgia y el dolor si no son compartidos parecen vacíos y no alcanzan la categoría de placer ni de dolor. Acabo esta reflexión afirmando justamente lo contrario de su encabezamiento. Dentro de la iglesia no hay salvación. Hay que buscarla fuera aunque nos sintamos sin la protección de los correligionarios. Sólo la amistad, por encima y a pesar de patrias, religiones, ideologías y banderas, puede salvarnos.

San Juan, 12 de octubre de 2014
José Luis Simón Cámara.

2 pensamientos en “Fuera de la iglesia no hay salvación

  1. Aquí tienes un amigo José Luis !
    Un abrazote y nos vemos cuando quieras y puedas.

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