Sueños. 9.

No me quedaba muy tranquilo dejando a mi gente y yéndome en busca de aventuras, pero lo que me decidió a volver sin dudarlo por un momento fue ver a aquel grupo de encapuchados que, cobijándose en el anonimato de sus atuendos y arremolinándose sobre alguna víctima sorprendida en su confianza o inocencia o inconsciencia, estaban robándole algo si no se la llevaban para esclavizarla a su servicio. No era la primera vez que había presenciado algo similar. Al principio no le di ninguna importancia. Más bien, ni sabía de lo que se trataba. Un grupo de gente en torno a alguien que cuenta una historia o saca los dados o vende un producto para el cabello, como en las viejas películas del oeste americano. Días después leí que un grupo de gente había expoliado a una joven que regresaba del trabajo y era exactamente en el lugar donde yo había presenciado el tumulto. Fue entonces cuando asocié ambos hechos. Y no era la primera vez que ocurría, porque la última chica fue robada y pudo regresar a su casa, pero había otras que no habían regresado ni se tenía noticia de ellas. Únicamente por la información de una de ellas que había conseguido escapar supimos que estaban vivas, no sabía dónde, y al servicio de sus secuestradores. Todo hacía pensar que explotadas sexualmente en casas de alterne ubicadas en algunas rutas de camioneros que, sin muchos escrúpulos, sólo ansían vaciar sus miserias sin pararse a pensar en la situación de esclavitud de las chicas de su desahogo. Ya están ellos bastante explotados como para pensar en aquellas chicas por lo demás rodeadas de luces, música, calefacción, copas y molicie, al menos aparentemente. Intentaba restarle gravedad a los hechos pensando que se trataba de un sueño del que no puedes escapar, como suele suceder cuando estás inmerso en él y eres incapaz de correr huyendo del perseguidor porque se te hunden los pies y ya está dándote alcance hasta que súbitamente despiertas y, abandonando la pesadilla, se restablece la realidad. Pero no sé si dentro o fuera del sueño recurría a los periódicos y a las noticias de la radio y la televisión, todo esto producto de la realidad, y la situación era la misma. Aparecen diariamente casos de chicas que han conseguido escapar de sus secuestradores y han denunciado a una red de trata de blancas, chicas rumanas o georgianas o ecuatorianas que, engañadas con un pasaporte gratuito y un contrato de trabajo, son explotadas y recluidas, prácticamente en régimen de encierro y con muy pocas posibilidades de comunicarse con el exterior y de salir a la calle. El contraste con la realidad no me tranquilizaba, más bien al contrario. Me debatía en la duda de optar entre el sueño y la realidad. Y ambos me intranquilizaban. ¿Cómo es posible venir a este mundo y no encontrar un momento de serenidad, de calma, no ya de felicidad? A ella hace tiempo que las circunstancias me han hecho renunciar. ¿Cómo dices eso? Jamás lo hubiera puesto yo en tus labios ni en tu mente. Nunca podemos renunciar a la felicidad. Al contrario. A su consecución deben estar dirigidas todas nuestras fuerzas. ¿Cómo es posible que tú, optimista por naturaleza, hayas dado cobijo a esa rendición? Ciertamente ¿cómo puede oscilar tanto el estado de ánimo para pasar de la euforia al abatimiento? Me debatía, como digo, en la duda de elegir entre sueño y realidad. El sueño te atrapa como en una red de la que no puedes desliarte, la realidad está ahí, no es un sueño, es real, está inevitablemente presente. El sueño permite pensar, al menos, que no es real lo que te está ocurriendo, que puedes aunque con dificultad escapar de él. Éste era el punto en que mi mente se debatía cuando a las 6.50 sonaba la alarma del móvil para salir corriendo hasta el mar donde sumergirme en las aguas purificadoras que, como las de Jericó, me limpian cada día de las pesadillas de la noche.

José Luis Simón Cámara.
San Juan, 25 de noviembre de 2014

Un pensamiento en “Sueños. 9.

  1. Nunca he entendido la prostitución. El hecho de que haya gente que se aproveche de la miseria de unas chicas para satisfacer sus deseos sexuales es algo que escapa a mi mente y a mi corazón. Afortunadamente, la mayoría de la gente está en contra de la explotación sexual y tu artículo pone el acento en el rechazo que te produce dicha explotación.
    Enhorabuena José Luis.

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